Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

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18. Los otros cañones (Jesús Redondo Lavín)

De entre aquellos cautivos, cada año, el día del santo patrón, era escogido un condenado para ser torturado. Era costumbre inveterada elegir al más gallardo, al más desafiante de los presos. Sería una injusticia pero así era el signo de los tiempos desde mucho antes de  la Inquisición. Al inocente reo se le hacía agachar la cabeza hasta que la barbilla se le clavase en su pecho. Luego con un superficial tajo en la cerviz se procedía a debilitar al penado mediante un abundante sangrado. Aún le quedaban fuerzas al indefenso para emitir espasmos con sus miembros y estertores crepitantes, hasta que entraba en un letargo tan profundo que no reaccionaba cuando introducían su cuerpo en una tinaja de agua hirviendo. Cuando lo sacaban su cuerpo era un macilento bulto. Lo pelaban y a machetazos quebraban sus extremidades. Lo emasculaban y  utilizaban el hueco entre sus ingles para eviscerarlo. Ya no había vida visible en aquel guiñapo que me tiraban sobre la mesa.

—Continúa tú Jesusín.

Yo, aprendiz de verdugo, solo podía dar pellizcos con las yemas de mis dedos en aquella piel yerta, hasta que le arrancaba los 100 cañones que habían envainado las plumas de su pechuga.

39 Responses

  1. Nicolás Megías Berdonce

    Tengo que reconocer, Jesús que las primeras lineas me han trasportado a una corrida de toros, pero no se porque… Luego cuando he llegado a la tinaja de agua hirviendo, me he dicho, esto no puede ser un toro, y ya he pensado en un humano, para luego en el último párrafo, cambiarme todo lo que había pensado hasta el momento y ver en mi mente a una perdiz sobre la mesa…

    Enhorabuena Jesús por este gran relato… Mucha suerte…

    1. Jesús Alfonso Redondo Lavín

      Pues como una de mis abuelas era de las de pueblo con gallinero y la otra esposa de maestro rural a quien los padres de los alumnos solían regalar productos en especie, la mayoría de las veces de la especie avícola, Me tocó presenciar muchas ejecuciones como la que describo. Hoy los niños creen que los pollos son tal cual los ven colgados en las pollerías.
      Gracias por tu madrugador comentario. A los que nunca ganamos el primer premio, aunque alguna vez me han consolado con repescas y con menciones, nos retribuye mucho que nos comenten.
      Saludos
      Jesús, de niño Jesusín.

    1. Jesús Alfonso Redondo Lavín

      Muchas gracias Rafa.
      Te confieso que por un «lapsus calami» , nunca mejor empleado lo de «calami», me he pasado en número de cañones, aunque siempre me quedadrá el consuelo de culpar del mismo a Espronceda.

  2. Marcos

    me gusta muchísimo. Es verdad, como dice Olivares, que el espanto recorre el cuerpo del lector hasta que se descubre el objeto final de tan macabra actividad.

  3. Calamanda Nevado

    Jesús Alfonso, menos mal que tu cuento, muy bien contado, no es lo que casi todos pensamos. Ese final tranquiliza. Suerte y saludos

    1. Jesús Alfonso Redondo Lavín

      Hola Calamanda, reconozco que he jugado con los sentimientos anti-taurinos de muchos, pero por los comentarios que leo, a nadie le importa un pollo. Los pollos solo ablandan el corazón cuando son bolitas amarillas.
      Te cuento: recuerdo que, cuando tenía tres años, mi madre tiraba de mi mano para separarme de un escaparate en el que decenas de pollitos de esos que he mencionado se movían, bajo unas potentes bombillas que les daban calor, peleándose por comer pienso en un pesebrillo alargado de zinc. Eran tiempos de tranvías y el citado escaparate estaba en Doctor Esquerdo, cerca de la que se llamaba plaza de Roma donde terminaba el tranvía de Ciudad Lineal, donde vivía. Luego desaparecí de Madrid por ir a residir a Bilbao. Cuando volví a Madrid, con 25 años, me topé con aquel mismo escaparate que aún conservaba aquella función. De repente afloró aquel olvidado recuerdo a mi mente y mis ojos se humedecieron.

  4. Ángel Saiz Mora

    Algo así debían de ser las tristemente célebres torturas chinas, sólo que con personas. No lo pensamos mucho, pero aunque al final, como bien han comentado los compañeros precedentes, se siente alivio al revelarse que la víctima es un pollo, resulta inevitable pensar que también sufre el animalito, aunque algo hay que comer.
    Un saludo y suerte, Jesús

    1. Jesús Alfonso Redondo Lavín

      Muchas gracias Ángel. Precisamente ahora se está celebrando el 400 aniversario de la muerte del capitán vasco Martín de Villafranca, cazador o pescador, no sé si lo uno o lo otro, de ballenas, junto a otros 31 marineros a manos del Shérif islandés Ari Magnunsson y sus alterados compatriotas. Cuentan que terminaron todos como el pollo de mi historia, y finalmente arrojados, sus restos desmembrados, desde un acantilado. Siempre se habían llevado bien, incluso lograron entenderse mezclando sus respectivos idiomas. Algo pasó que puso en guardia a los islandeses, ante la perspectiva de tener a los vascos en sus tierras durante todo el invierno por culpa del naufragio de las naves españolas. Finalmente los nórdicos sobrerreacionaron aplicando terribles torturas a nuestros ancestrales balleneros.

  5. Maribel (Yashira)

    Madre mía Jesús, aún tengo el susto en el cuerpo y casi que me da tristeza degustar un buen guiso de ave, qué buen relato. Mucha suerte.

    1. Jesús Alfonso Redondo Lavín

      Gracias Maibel. Tómate una tila, que no quiero ser responsable de ninguna depresión post-legere. Ah, y no dejes, por mi culpa, de tomar caldo de pollo.

  6. Joaquín

    Jesús, suelen decir que la caída es tan grande como el anterior ascenso. Afortunadamente esta vez fue al revés, ya había empezado a odiarte… Un abrazo.

    1. Jesús Alfonso Redondo Lavín

      Pues no sé, yo creo que el relato acaba mal. Yo dormía con aquel pollo. Aún me dura el trauma.
      Abrazos Joaquín.

  7. Madre mía Jesús, no podía imaginarte a ti relatando semejantes crueldades. Pero al final todo tenía su explicación, claro que no dejan de ser torturas y bien verídicas.
    Un relato muy bueno, como es costumbre y con un lenguaje cuidado que dice mucho de tu buen hacer.
    Un abrazo

    1. Jesús Alfonso Redondo Lavín

      Asun, gracias por párate a comentar. Nunca te fíes de las apariencias. Ya has visto lo que escondo tras mi aspecto bonachón.
      Besos.

  8. un tal miguel

    Has conseguido, según te iba leyendo, que me sintiese traicionado y engañado. Traicionado porque no eras ni trágico ni gore en ninguno de los escritos tuyos anteriores, y engañado, porque la lectura inicial de tu escrito iba cayendo desbocada hacia una historia angustiosa y truculenta de esas que mi médico de cabecera me recomienda no probar. Macabra hasta que por fin nos regalas ese final y te ríes un poco de nosotros. Y ahí me tienes con una sonrisa sarcástica, traviesa, de crio pillado en falta. Y es de agradecer.
    Has conseguido, y es un mérito, un relato creíble, con ritmo, simpático y con sorpresa final. Un trampantojo con sangre de pollo.

    1. Jesús Alfonso Redondo Lavín

      Miguel, gracias pero no puedo seguir respondiéndote porque se me está acabando la pila del i-pad. Seguiré en casa.

    2. Continúo. Lo has conseguido. Me has enseñado una palabra,nueva para mí,
      GORE: película (cine) que desde una perspectiva trivializarse, se recrea en escenas de sangre y de violencia. Gracias. ¿Lo ves? Tú vales mucho y no te besas lo suficiente.
      Pero ahora me quedo pensando en Al Gore y en el Gore tex y no salgo del lío.
      Un abrazo.

  9. Esther Cuesta

    Querido Jesús, magistral cómo nos has llevado por un camino de sufrimiento, tan bien detallado, para acabar en un suspiro de alivio y risas sin contención. Buenísimo desde el principio al fin. Yo tampoco conocía esta faceta tuya y me has sorprendido gratamente. Como siempre, me gusta leer lo que escribes, hoy además has hecho que me ría. Gracias, amigo.

  10. auro

    Jesusín, hay que ver cómo nos has engañauuuuuuuuu!!!!

    Yo también tengo algún cañón de esos… un enfado eterno con la epilady!!

    Beso.

  11. ¡Ah, ahora ya me deja poner comentario aquí, qué bien! Estaba yo como pollo sin cabeza, me has mantenido en vilo con esa escena de tortura hasta que he podido suspirar de alivio, aunque hoy he mirado con otros ojos el sandwich de pollo y he optado por una ensala de atún. Mi enhorabuena por el relato, Jesús.

    1. Pues a los atunes ni te digo lo que les hacen después de engarfiarlos. No te lo imaginas. Terminan oyendo aquello de: «qué culpa tiene el tomate de haber nacido en la mata y que venga un tío malaje y lo meta en una lata». En fin siempre ha habido clases, y salvo que seas delfín o la sirenita, un pez siempre es menos, en la escala afectiva, que un pollo. Que te aproveche y sigue comiendo pollo para que no desaparezca la especie.
      Besos Miss Sáenz.

  12. Towanda

    Muchos días hemos estado sin poder comentar, vaya, menos mal que se solucionó.
    Me gusta ese cañón especial, diferente bien seguro al resto de los que se verán en estos meses.
    No me cabe ninguna duda de tu originalidad. Por tanto, besos y suerte.

  13. María Rojas

    Muy bien escrito, Jesús. Caramba, es mejor recibir los restos de la victima en una aromática salsa de mole poblano.

    Abrazos.

  14. Jesús Alfonso, si la juventud viera la muerte de un cerdo, muchos se harían veganos. En Burgo de Osma, en unas celebraciones sobre la matanza, los madrileños grababan la muerte del cochino en vídeo al ritmo de chistu y con cara de pavor.
    Mucho flojo es lo que hay, ja ja.
    Bien contado.
    Un abrazo

  15. Ay, menos mal!!! Todo cambia según la perspectiva con la que miremos. Lo has demostrado de maravilla, y con tu acostumbrada maestría (valga la rima).
    Muy buen relato de esos «otros cañones», que nos ha llevado, en un recorrido histórico, hasta la cocina de una casa cualquiera 🙂

    Un abrazoooo

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