Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

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MAY170. PRINCESA, de Isabel Martínez Barquero

Se quitó la vida sin pensarlo demasiado. Según dicen, ocurrió porque estaba harta de que la llamara «princesa». Las princesas nunca habían sido un modelo para ella. Más bien las detestaba. Aparentemente tan bonitas, elegantes y sin problemas gordos que un buen bolsillo no pudiera solucionar, le resultaban estúpidas en su inmensa mayoría, bobas hasta la extenuación. Ella no era una princesa. Fea, desgarbada, pobre y sucia, se cansó de que, encima, se rieran a su costa por la vía de los contrarios. En el más allá, no sentiría y poco le iba a importar ser la princesa de los muertos. El mundo era una inmundicia para su presunto y futuro reinado sobre los harapos y las legañas, y la muerte prometía el no ser absoluto. Princesa de los muertos, princesa de las sombras, princesa al fin y al cabo, se internó en el camino sin retorno, en la senda sin futuro, en el reino sin trono ni corona.

26 Responses

  1. ¡Ay Isabel, qué importante es tener la autoestima bien alta!
    Me hubiera gustado conocer a esta princesa, pero tú «magistralmente» nos has privado de ella.
    Te deseo suerte.
    Un abrazo

    1. Es lo malo que tiene el abismo: su atracción insoslayable.
      Como indicas, malo cuando la autoestima es baja, aunque pienso que tampoco es bueno tenerla por la nubes. Ni la depresión ni la euforia que roza la manía. El término medio que ya ponderaban los romanos.
      Un abrazo, Rosy.

    1. Perseguido has sido, jajajaja, y cazado in fraganti con un micro de quitarse el sombrero.
      Por los demás, tengo una cierta tendencias a personajes esquinados, grises y depres, así como a las historias raras y truculentas. Ya ves, y soy una mujer de lo más normal.
      Un abrazo, Montesinos.

  2. La tristeza y la alegría forman parte del mundo. A veces se da una; otras, otra. Aquí toco una princesa con historia triste, qué le vamos a hacer. Reconozco que la he matado y lo más tremendo es que no me remuerde la conciencia. Creo, Maribel, que me voy haciendo mayor, jajajaja.
    Un abrazo, preciosa.

  3. Isabel, tienes razón, la desventura forma parte también de nuestras vidas. Pero por eso precisamente hay que seguir adelante. Esperemos que por lo menos esté entre los muertos pero en el paraiso. O que más da… dicen que bajo tierra todos somos iguales…
    Lo has escrito y contado muy bien.
    Un saludo y mucha suerte

  4. Hola Isabel. Tu princesa es distinta… pero en este mundo hay cabida para todos. Y muchas veces la palabra princesa nos trae connotaciones distintas. Lo que tú dices más arriba: luces y sombras. Ambos elementos de una misma moneda. Si, este relato me gustó, aunque mi paladar no haya quedado dulce en su totalidad. Lo dicho: luces y sombras. Un abrazo.

  5. Así es, querida Tanci. A veces, somos como el sol: luminosos; otras, las tinieblas nos seducen. Tanto en un lado como en otro, hay escalas, princesas y plebeyas, sapos y príncipes.
    Un abrazo y que la estela lumínica te acompañe siempre.

  6. Las palabras no siempre dicen lo que «de verdad» quisiéramos escuchar. Algo mas de generosidad, un poco de humor, menos dramatismo…quizá nos ayudaría a comprendernos y comprender a los otros.
    Pero no, la vida nos lleva por derroteros de los que ni siquiera manejamos el timón.
    Un abrazo, mi querida Isabel.

    1. En general, es bueno el sentido del humor, usarlo pra escribir, pero a veces nos salen los relatos más serios. El caso es no censurarse y que salgan las cosas tal cual surgen.
      Un abrazo, querida Virgi, y gracias por tus palabras.

  7. Ayy qué penita ese final, pero cuando uno se siente que no pertenece al mundo, porque la sociedad se encarga de eso, esas son las consecuencias.
    Excelente relato, me gustó a pesar de lo trágico que es. ¡¡Suerte Isabel!!
    Un beso!

  8. Lo realmente triste es que existen «demasiadas» princesas «feas y desgarbadas» pero con una vida y belleza interior que ya lo quisieran «las pocas» Princesas de cartón glasé para ellas. ¡Excelente micro, Isabel, mucha suerte!!

  9. Truculencias aparte, por más que inverosímiles, casi me atrevo a ponerme del lado de la princesa que no aprendía a no ser princesa.
    Creo sin temor a equivocarme que hizo santamente, suponiendo que la vida jamás la aguardara con una sonrisa.
    Hay muchas ‘no princesas con la autoestima degradada’. En estos tiempos, son legión, Isabel.

    Un abrazo

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