Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

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105. Ni libre de pecado

Llegaba Damián al portal cuando su octogenario oído se congestionó con el ruido procedente del interior. Nadie se percató de su presencia, enfrascados como estaban en intentar hacerse oír por encima de los demás. Él sí vio, en un rincón, a una pareja con dos chiquillos aferrados a sus ropas y el miedo pegado a sus pupilas.

La cachava de Damián golpeó el suelo:” ¿Qué ocurre aquí?”

El desordenado coro lo inundó, pillando retazos únicamente: “de fuera”, “quitarnos el trabajo”, “unos guarros”…

Dos bastonazos se impusieron de nuevo.

—Miguel —señaló— ¿dónde naciste?

— ¿Y tú? —Y mirando uno a uno, fue repitiendo la acusación

—No somos oriundos de aquí —explicó Damián—Yo nací aquí por casualidad, mis padres hubieran ido a China para conseguir alimentarnos.

Mientras el discurso empezaba a calar, entró el cartero, que se detuvo sorprendido. A punto de irse sin dejar la correspondencia, se vio retenido por Damián:

—Buen hombre, ¿nacieron sus abuelos aquí?

—Sí señor, la familia vive aquí desde siempre.

—Mírenos, por favor.  ¿Creería Ud. que es mejor, o peor que nosotros?

— ¡Dios me libre creer semejante necedad!  —Y salió corriendo del portal; ¡no fuera que le contagiaran la tontería!

4 Responses

  1. Martín Zurita

    Hola, Esther.
    Simpático este tipo de juicio a la discriminación entre los hombres, con Damián ejerciendo de juez con el mazo de su bastón. Pero muy decidor de un sentir que se va apoderando de muchos y más en los revueltos tiempos de las crisis económicas. Nadie le quita el pan a nadie porque el pan es de todos. Y la tierra no tiene dni. Las únicas fronteras disculpables son las naturales: montañas, ríos… Y se pueden salvar con relativas facilidad o denuedo. Un buen texto en el que me siento como el cartero, fíjate, que no me creo ni peor ni mejor siquiera que yo mismo. Mi yo, como el de Rimbaud, está alrededor. A ver si cunde el ejemplo y nos dejamos, se dejan de memeces. Y vinieron ellos… Un beso y muchisísima felicidad.

  2. Jesús Garabato Rodríguez

    Esclarecedora y ejemplarizante la escena, casi costumbrista, que nos traes, con ese Damián y su bastón como si de un hombre de respeto se tratara. Solo hace falta que todos sigamos las enseñanzas que imparten personas como él. Un saludo,Esther y suerte.

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