Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

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NOV42. ¿CÓMO TE LLAMAS?, de Silvia Ginesta

La oscuridad tragaba lo que rodeaba a Mimí, que aplastada por escombros volvió en sí con ese desconcierto de no saber si el sueño continuaba o había despertado. Tenía frio, un viento helado acompañado de estruendos invadía el lugar. La manito apretaba aún la muñeca de barro que la abuela le había regalado cuando se fue. -¿Quién es, abuela?. La anciana sólo hablaba palabras sin sonido. Sin embargo, la niña oyó el esfuerzo ronco antes del fin: “ella te va a cuidar”. Desde entonces no la soltó y ahí estaban las dos, enterradas vivas. Mimí recordó que la abuela le pedía cosas a ese pedazo de barro con forma, agradeciendo cuando la mujer celeste le resolvía los problemas. -Si supiera como llamarla podría decirle que quiero salir de aquí- musitaba Mimí y comenzó a recitar nombres conocidos primero, inventados después. Las explosiones se escuchaban más cerca. Ella seguía susurrando… Dulanira, Amanxore, Gracinda … Otro movimiento sacudió lo que apretaba. La mano se abrió y la niña lloró al ver que la señora se había roto. Con fervor besó la cabeza destrozada. -Yo te ayudaré, Madrecita. En ese instante, una vos preguntaba. – ¿Hay alguien ahí abajo?

7 Responses

  1. Silvia, qué bueno, que mejores palabras inventadas que las «sin sonido». Tanto si son los gestos, como si es que ya no tiene fuerzas, las palabras de las abuelas siempre serán las mejores. Por lo demás tu relato mariano es muy tierno. Interpreto que están desmontado un poblado chabolista o está en un escenario bélico. Me alegro de verte por aquí, Silvia, y no te olvides de «visite nuestro bar», digo publicidad.

  2. gracias Javi, me importan mucho tus palabras, inventadas o no, dan ganas y fuerza para seguir. los tuyo es extraordinario, ya te lo he dicho, y sabes que si tuviera un hermano , te elegiría a ti, siempre.

  3. La ubicación de la historia es original. La sensibilidad de la autora para narrar con los ojos de una niña que nos presenta con la fortaleza de los niños reales, sin melindres, logrando empatía y excluyendo noñerias, es envidiable. Me ha agradado leerte.

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