Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

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93. Padre, perdónales…

En el interior del sótano, la mujer atada al potro apenas respiraba ya. A un gesto del hombre vestido de negro, el verdugo giró nuevamente la manivela. El sonido del crujido del hueso al quebrar se confundió con el del último gemido.

El inquisidor, alzando los ojos hacia el cielo, rezó una última plegaria por el alma -si la hubiese tenido- de la pecadora que había muerto antes de confesar su herejía.

Como tantas otras veces, dio gracias a Dios por encomendarle la misión de proteger la fe de los monstruos que -como aquélla-  pretendían socavar su integridad.

6 Responses

  1. Esther Cuesta

    Hablando de monstruos, esta parte de la historia está repletita. Me ha gustado mucho cuando le da gracias a Dios, casi me da pena… no hacerle lo mismo a él.
    Un abrazo fuertote

  2. Ángel Saiz Mora

    Está claro quién es el monstruo, y encima, se cree tocado por la divinidad. Fanatismos de ayer y de hoy.
    Un saludo y suerte

  3. Muy propio de los personajes como tu protagonista lo de creerse jueces cargados de razón e ir ajusticiando a los demás. Me ha gustado como lo has conectado con la Inquisición. Una verdadera majadería (otra más) de la que avergonzarse en nuestra historia como sociedad. Mucha suerte 🙂

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