Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

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56. PARTIENDO…

Caminaba con paso austero, templando el frío en los recuerdos más cálidos, los que ahogan el lagrimeo indiscreto… De pelo cano, otrora castaño, de fuerte carácter, otrora risueño… Sustentando la pena en su otrora ancha espalda, ahora corva… Su caminar se hizo un poco más pausado hasta casi cesar por la incipiente  tempestad, que no entiende de dolor.

Los funestos cielos grisáceos atraparon sus pensamientos hasta desvanecerlos, obligando a su  mente a dejar de pensar, así sus piernas parecieron ceder, y por un segundo doblaron hasta dar las rodillas con el suelo…

El viejo párroco le ayudó en el levantar, a proseguir el camino, con la diestra tendida… La siniestra indicando a los predecesores a continuar… El carro, tirado por dos mulas, tentando el camino a trozos nevado, se internó en la cuesta que llevaba al Campo Santo…

Y tras las bestias, la comitiva, de unas 50 almas, avanzó en procesión de duelo con un andar silencioso: sólo el golpear de las viejas albarcas al pisar, sólo el viento desgastado en las calles estrechas, sólo un par de plañideras, sólo el susurro de uno de los vecinos:

“No puede haber nada más terrible que volver a enterrar a un hijo”.

5 Responses

  1. Jesús Garabato Rodríguez

    Qué precioso y preciso texto, Félix. Utilizas, para darle vida, palabras muy hermosas que trazan imágenes como de otra época. Nos vemos inmersos, durante su lectura, en el ambiente y la amargura de esa madre acostumbrada al sufrimiento y que aún parece atesorar algunos restos de la fortaleza que la ha acompañado durante toda su vida. Muy bueno. Saludos y suerte.

  2. María Jesús Briones

    Has descrito el rito de un entierro rural, con una poética muy bella dentro de
    la cruda realidad de perder a un hijo.
    «El golpear de las viejas albarcas al andar», ha golpeado mis sentimientos.
    Te deseo la suerte que se merece el micro.

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