Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

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Ronda 3 – Banquete 7

Los participantes con el alias :   CALAVERA – FUEGO FATUO – VAMPIRO

deberán escribir un relato :

  • Cuyo tema central sea el pecado de la GULA
  • Plazo : hasta el domingo 1 de octubre a las 23:59 hora peninsular de España
  • Extensión: 150 palabras MÁXIMAS  (título NO incluido)
  • El TÍTULO debe contener una palabra de la lista 1 y además otra palabra de la lista 2.  Admitimos singulares/plurales y cambios de género (femenino/masculino) de las palabras propuestas.

LISTA 1 :  hambre – destilador – fábrica

LISTA 2 : palabras – plantas – sueños

Nota : El título puede tener más palabras (si queréis) usando siempre al menos una palabra de cada una de las dos listas e incorporando nuevas, por ejemplo serían válidos títulos como:

hambre de sueños eróticos, el destilador de palabras esdrújulas, la decadencia de la fábrica de palabras en Esperanto etc…

Dejad vuestro relato en este enlace

Podéis votar en este otro

 

 

4 Responses

  1. Doña Gula jamonera

    CALAVERA – Los sueños del hambre
    No sabía decir que no. Esa era su excusa. Si abría la nevera, sucumbía a la llamada insistente e hipnótica de embutidos, carnes y frutas. También se dejaba seducir por cualquier tesoro escondido en un “taper”, y asentía igual ante una porción de tarta de chocolate que ante un bocadillo de sardinas. Su buche no tenía fondo. Los aromas de la alacena, irresistibles, se internaban en sus fosas nasales y despertaban sus papilas gustativas flexibles y fáciles de conquistar. La ansiedad gobernaba su insaciable tubo digestivo y lo terrible era que, después de haber tragado viciosamente, le embargaba un abatimiento irregular que desembocaba en un atroz arrepentimiento. No era culpa suya, se repetía con no poca convicción. Incluso, el sicólogo le había diagnosticado problemas de asertividad…
    —¡Despierta, Paco! Qué estás “ensimismao”. ¡Hala, acompáñame al Banco de Alimentos! A ver si esta noche podemos cenar algo.
    —Sí. Lo que tú digas.

  2. Jesús Garabato Rodríguez

    Colorista relato, envuelto en esa sorpresa final un tanto triste y cruel, pero, ciertamente, hiperrealista. Suerte, Calavera. Saludos.

  3. Doña Gula jamonera

    FUEGO FATUO – La fábrica de sueños hambrientos
    Nos recibieron con los brazos abiertos. La crisis había golpeado duramente aquella región desolada y nuestro proyecto de instalar allí una gran industria que proporcionase trabajo a toda la ciudad fue recibido con enorme entusiasmo. El día antes de la inauguración organizamos una espectacular fiesta con animación infantil y orquesta, a la que acudieron encantados nuestros nuevos operarios acompañados de sus familias. Todo era alegría cuando al llegar la media noche cerramos desde el exterior las puertas herméticamente y el fuego empezó a propagarse. Afortunadamente habíamos insonorizado el local, porque los gritos humanos al achicharrarse siempre resultan desagradables. Luego vino la discusión habitual con mi compañero: él prefiere apagar las llamas a la media hora, pero yo insisto en esperar una hora al menos. La carne humana es un bocado demasiado exquisito para dejarla a medio hacer por mucha hambre que tengamos cada vez que cruzamos la galaxia para degustarla.

  4. Doña Gula jamonera

    VAMPIRO – El ultimo sueño del destilador
    Cuando llegamos a la pesada puerta de madera, indiqué, mientras exhibía mi delgado cuerpo, las palabras talladas en su superficie: «Gula».
    —Querer devorar todo, sin necesidad de más, no se refiere solo a la comida —respondió el arcángel. Luego abrió la puerta y me hizo ingresar al círculo infernal.
    Los cielos eran rojos. El calor seco y asfixiante. Tampoco había vegetación en aquel árido paraje.
    No estaba solo. Las personas que encontraba, o estaban peleando o devorándose entre ellas.
    Tras horas de torturante caminata, llegué a un lugar con cientos de botellas de alcohol esparcidas libremente, corrí hacia ellas llorando de felicidad y tomé —entre mis temblorosas manos— un vino de buena cosecha.
    Estaba cerrado.
    Desesperado, sin poder abrirlo, terminé rompiendo la botella y perdiendo el delicioso contenido en un suelo tan sediento como yo. Fue entonces cuando supe por qué peleaban todos: alguien debía tener un sacacorchos escondido.

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