Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

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69. Temporada de caza

Era una tarde de invierno cuando desapareció la bestia. Mis ojos estaban a punto de vaciarse, pero ella me apretó contra su pecho y, allí mismo, debajo del olivo, sentí el bálsamo de sus palabras y la ternura que me devolvió la vida. Nos quedamos largo rato tumbados. Ella llorando, yo en silencio. Ella acariciando mi cuello, yo lamiendo los cardenales y heridas de su cuerpo.

Han pasado varios meses con aquel recuerdo agarrado a mi garganta, y cuando llega la tarde, le pido que me ponga de nuevo la correa al cuello. Es su cuello. Me suelta luego en el campo abierto, y cuando pasamos junto al olivo lo hacemos muy juntos, muy en silencio. Una sombra parece esconderse todavía en su tronco retorcido.

Era otra tarde de invierno cuando apareció la bestia y volvieron los rugidos, las heridas y los cardenales. Era una tarde plomiza, de gritos y cuchillos. La sombra enseñó sus dientes y yo salí corriendo buscando el campo abierto. Encontré el olivo. Sus ojos me miraban desde lo alto, desorbitados… vacíos.

Aquella tarde maldije mis inútiles dientes, mis inútiles saltos y el aullido sordo y cobarde que se atascó en mi garganta.

24 Responses

  1. Martín Zurita

    Hola, Luis, mi actor-declamador favorito desde LA FIESTA:
    Faltaba el tema cinegético, en relación con lo canino, y tú nos lo aportas, lástima que no hayas podido grabar algún ladrido tuyo. Tu texto: de entrada, por lo que he dicho, original, que no es poco. Pero, además, tiene un muy bien encurtido, una arquitectura muy sólida. Me parece que va a aparecer el jabalí, o lo que sea la bestia, de un momento a otro, por el saloncito de casa. Con qué acierto creas esa atmosfera de pánico. Y con uno no menor insistes en las palabras claves: la tarde, el olivo, la bestia, la sombra, la ternura, el silencio… Eliges las palabras cuidadosamente, y como en los grandes textos, parece que las hubieras descubierto tú solito, confiriéndoles un sentido de universalidad. Nos haces pasar del microcosmos al orbe, al planeta. Se encuentran tan unidos que comparten el mismo cuello, que el cuello del perro de caza es el cuello de ella. Esa ella como misteriosa. El perro es un personaje que lucha: pese a su pavor le pide a ella que le ponga la correa. Y al final, descubre que era el miedo lo que en verdad le atenazaba, pues la bestia se asustó de él también, y se subió a lo alto del olivo. Es un texto que hermana a la perfección el fondo con la forma, y que atesora una manera muy exclusiva de contar. Es una propuesta que me ha gustado muchísimo. Te felicito. Y no me atropelles nunca, tú ya sabes. Un descomunal abrazote.

  2. Atropellarte sabes que no. Fue una suerte conocerte y no menos el tenerte cerca siempre. No sé si merezco tantos alagos, pero en lo que tengo que darte la razón es en que siempre busco un enfoque original, o al menos que no se haya tocado, siendo lo más fiel que se pueda al tema propuesto.
    Un abrazo.

  3. Hola tocayo, entre tu texto y el comentario de Martín veo una obra de tremenda magnitud. En especial por mi deseo constante de escribir sentimientos, cosa que tu logras de manera sublime.
    Creo que este texto estará sin duda en el libro.
    Un abrazo y suerte.

  4. Ángel Saiz Mora

    Si no me equivoco, en los casi 70 relatos que llevamos nadie había incluido, de una forma o de otra, el tema de la caza, lo que ya implica un esfuerzo de originalidad, si a ello se une la forma de narrar, fuera de lo convencional, nos encontramos con una historia diferente, llena de detalles. Un perro que deja bastante que desear como elemento de defensa y ataque, pues más parece que tiene pavor de quien debería ser su supuesta presa, a la que sólo ve como una sombra, unos ojos a los que tanto teme. Igual meto la pata hasta el fondo, pero me atrevo a decir que el depredador, el dueño de esa sombra y de esos ojos, bien pudiera una persona indeseable, que busca «cazar» de alguna forma a su dueña. La cobardía del can, que él mismo reconoce, hace inútil sus armas, que son el ladrido y los dientes.
    Un abrazo, Luis, suerte y buena caza

  5. Gracias, Angel. Aunque la practiqué, en tres ocasiones, odio la caza. Una fue para coger «pajaritos», para poder comer en un pueblo donde me «retuvo» mi prima y no tenía ni casa ni dinero. Fue un verano espectacular pero lo sufrieron los pobres gorriones.
    En otra ocasión de furtivo, con mi hermano, y fui incapaz de recoger la codorniz que él mató.
    Y la tercera, la única que me podía haber dado alguna satisfacción fue al jabalí, que quise acompañar al que llevaba la jauría, para rematar la faena a cuchillo (y es literal), pero me subieron a lo alto de un Land Rover y no me dejaron moverme. Ya me veía yo luchando a brazo partido y noblemente con un marrano…
    En fin, odio la caza. Por cierto aquella experiencia con los perros de la jauría peleando a muerte (también literal) entre ellos, estuvo a punto de ser el tema de mi cuento. Lo tengo medio escrito, y ahora que vuelvo a refrescar las imágenes… que me arrepiento, vamos.
    Un abrazo, y felicidades por tu último premio de «Rivas»

  6. Hola Luis puedo entender cierto tipo de caza, perdices y algo así como de menor importancia.
    Pero lo que aciero a compremder de ninguna manera es el comportamiento tan inhumano para con los perros, sus compañeros fieles durante la temporada.
    Esa imagen, la del olivo, es tan elocuente.
    En cuanto a la narración, muy buena, fluida y concisa, como los hechos que relata.
    Felicidades,
    Un abrazo

  7. Cristóbal Peña Relaño

    Llamame loco si quieres pero mi lectura del micro es bien distinta. Una cacería si, pero humana, igualmente horrorosa. Tiene todos los ingredientes, una mujer, una/un bestia, moratones, un galgo, un olivo que temen los dos , etc. Y un final de lo mas terrible, la bestia se sale con la suya y el pobre perro no ha podido hacer nada por ella…Pero supongo las lecturas pueden ser varias y eso lo hace mejor relato, que ya lo es por su estupenda factura. Suerte y un saludo.

  8. Gracias, Cristóbal. Efectivamente esa es la lectura que pretendía. Un galgo, una mujer, la indefensión ante la brutalidad de la bestia. Lo triste en ellos es que no son capaces de encontrar la salida. Un abrazo

  9. Jesús Garabato Rodríguez

    Yo lo que veo representado en tu relato es un maltratador o su entelequia y que deja tal huella insondable en sus víctimas que, a estas, les resulta imposible esquivarla, por más que el instinto del animal sea proteger a su dueña indefensa. Me ha encantado. Saludos y suerte. Luis.

  10. Hola, Luis. Uffff. Lleno de sentimiento de hacer y no querer hacer, de brutalidad y culpas, de dolor y perdón…, de metáforas y de muerte.
    Entiendo que ella no ha podido aguantar más, y tras la última paliza va al olivo donde se amaron y se cuelga, se ahorca para huir de él (por amor). Y me recuerda a esos pobres galgos colgados de los árboles, por los cazadores, cuando se termina la «Temporada de caza». Tremenda imagen!!!

    Triste relato de una relación (humana o animal) tormentosa.
    Un abrazooo grande para ti.

  11. Salvador Esteve

    Los moratones, la piel desollada y la necesidad unen a dos seres que intentan sobrevivir bajo la sombra del miedo. Al final, la realidad se cierne sobre ellos. Impactante y original propuesta, Luis. Abrazos y suerte.

  12. Martín Zurita

    hola, Luis.
    Para que te pienses si no te convendría poner «la bicha» en lugar de la bestia. Desde luego suena mucho mejor y no creo que rompa el contexto. Tú verás. Un abrazote.

  13. Hola Luís, amigo,
    qué relato tan redondo te ha salido, aunque no me sorprende en absoluto. Un doble maltrato: al perro y a la mujer, vistos desde el punto de vista del animal. Esa mirada temerosa al olivo, de donde seguro lo rescató ella, y ese dolor que siente al no haber podido corresponderle y salvarla él también. Genial, no digo más.
    Un abrazo,

  14. MªBelén

    Hay un fondo muy oscuro en tu relato, moratones, gritos, impotencia, cobardía…Y una sombra que amenaza y golpea con la furia de una bestia.
    Hay un olivo testigo de tan cruel trato y una víctima cuyos ojos reposan ya en el vacío.
    Fantástico Luis, sobrecoge el leerlo y sentir ese miedo y dolor de tu protagonista.
    Un abrazo grande.

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