01. SEÑALES
Cuando llega la noche despiertan los faros. Como fantasmas, sus luces recorren la costa rompiendo en un chisporroteo vehemente, con la energía de una voluntad salina por arrancar esquirlas del granito, de quebrar las barreras que pretenden detenerlo.
Mamadou aguarda bajo el faro de la punta Seuil. Cuelga sus pies desde el cantil mientras envuelve en su camiseta unas zapatillas deportivas claramente enormes para sus pies. Están viejas y desgastadas por la suela. No se las había quitado desde que Thibaut, un voluntario francés, se las ofreció a cambio de un dibujo.
Pero debe embarcar descalzo y las ha guardado en un hueco entre las rocas por si alguna vez regresa. El patrón del cayuco dice que la noche es perfecta. Una vez alejados de la costa, el rumbo lo marcarán cinco faros en línea. El quinto señala el punto más cercano a las islas españolas: viraje a noroeste y el trayecto más desesperado, a ciegas.
Mamadou embarca llevando en los bolsillos unos cordones malvas y la esperanza de que en Europa, le presten una zapatillas para mostrarles la belleza de su carrera, la elasticidad de su zancada, la demostración de lo que mejor saber hacer en la vida… correr.
La más desesperada de las situaciones, la ausencia hasta de lo más básico, arrastra a seres humanos a dejarlo todo, aunque a menudo sea casi nada. Poco tienen que perder, pero sí arriesgan lo único que les queda, la vida, para intentar salir adelante.
Las luces de los faros, esas señales, constituyen su única esperanza en medio de tanta negrura, la posible hoja de ruta, aun precaria, de una peligrosa travesía, hasta llegar a un destino no menos incierto, si es que son capaces de alcanzar tierra.
Tal vez este muchacho logre demostrar de lo que es capaz, el don con el que ha nacido. Es imposible no simpatizar con él, a imagen y semejanza de otros muchas personas reales, además de desearle toda la suerte posible, que va a necesitar.
Te he dado tantas veces las gracias que ya debo de sonar cansino, pero ahí va otra:
Gracias por esta nueva dedicatoria, por tu dedicación y por tus letras.
Un abrazo
Recuerdo muchas veces la teoría de un amigo mío que decía que la gran mayoría de los problemas del mundo se resolvían con la misma solución: la generosidad. Yo también puedo resultar cansino, pero es imposible evitar darte las gracias, alabar tu incansable generosidad y asegurarte que eres una verdadera suerte para ENTC. Y de tu comentario sobre el relato… como siempre, un lujo. Gracias compañero.
El contraste entre la oscura oquedad de las rocas que guarda las zapatillas escondidas, como un último hogar, y el faro de luz incierta que estimula la imaginación de un mundo mejor, es uno de los muchos detalles destacables de tu relato.
Correr, correr en una constante huida desde la miseria hacia una Europa idealizada, sin escrúpulos para vestir de retórica al abandono, es la única certeza que encontrará en una nueva tierra donde será muy complicado el arraigo.
Hay una serena gravedad en tu relato, JAMS. Transmite la natural dignidad que todo hombre posee, sea cual sea su color, sexo o lugar que le ha tocado ocupar en el planeta.
Un gran relato, enhorabuena.
Un abrazo.
Hola, Jams.
Hay gente obligada a vivir constantemente en busca de algo de luz. También es cierto que hay gente que, teniéndola delante, vive ciega eternamente. Por suerte, existen seres de luz, para muestra un botón, amigo.
Un relato de penosa realidad muy bien narrado.
Un luminoso abrazo.
Pues deseo que ahora mismo esté con sus cordones bien atados y que la carrera de la vida le traiga vientos de bonanza.
Ojala nunca más haya tenido que ir a por sus zapatillas viejas y que la gratitud con el francés, sea el único recuerdo, de aquella época, que guardar en su memoria.