09. Cosas que jamás regresan
Fue suficiente para que la escarcha paralizara todo mi cuerpo impidiéndome reaccionar y querer seguir viviendo.
Sentado en esta cornisa observo las uñas de mis pies, ya azules, resquebrajarse como un lago en invierno. Doy un golpecito al canalón de bajada y entonces ocurre: el meñique izquierdo se quiebra y cae al vacío. No siento dolor. No siento nada.
Abajo, en el callejón, un gato atigrado se abalanza sobre mi carne atrapándola al vuelo. Otro gato se acerca, se relame y mira hacia arriba. Toma bonito, mascullo frotando el pie derecho contra la fachada. Una lluvia de dedos satisface su instinto cazador y mi hambre de diversión con sus cabriolas. Regalo del cielo, pienso. O del infierno.
Solo fueron seis letras, tres sílabas, dos palabras. La T perforó mi frente como un berbiquí y una ráfaga de hielo atravesó mi cerebro; la E peinó una raya en zigzag hasta la nuca y un escalofrío cruel erizó cada vértebra de mi espalda. Las O se entrelazaron como serpientes de cristal dibujando unas esposas para maniatar mi alma congelada. Entremedias, tensó el arco de la D apoyando la lengua contra sus dientes perfectos para clavarme la I, punzante, letal, en el corazón.
A menudo, un final puede ser el principio de algo nuevo, un paso necesario para renacer. El problema es cuando se ha puesto toda la ilusión y hasta el alma en algo o en alguien, y se viene abajo de repente y sin paliativos. Que la persona a quien quieres y tanto has dedicado diga que te odia es el golpe más frío que nadie puede recibir.
Quizá tu protagonista renazca más fuerte, o quede hundida de forma definitiva, eso ella (la imagino mujer) aún no lo sabe, solo sufre las consecuencias de un zarpazo terrible. El tiempo dirá si es capaz de asimilarlo. De una forma o de otra algo se ha roto para siempre.
Has hecho que una historia en apariencia sencilla, la de un rechazo, la confirmación de un desamor brusco, inquiete y a la vez esté llena de una belleza electrizante, con un lenguaje lleno de crudas y, a un tiempo, hermosas metáforas.
Un abrazo y suerte, Eva
Como bien dice Ángel, un relato que transforma en belleza algo tanespeluznante como ser comida para gatos.
Suerte, Eva.
¿Te he dicho alguna vez que escribes fetén? Pues eso. Es imposible no quedar impactada con tus textos.
Gracias Ángel. Esas seis letras, dichas de corazón, pueden ser demodeloras. Un abrazo enorme.
Gracias Rosalía. El reciclaje es importante. Un saludo.
Edita, que palabras tan bonitas y castizas. Me las quedo, que ya sabes que una vez dichas, no vuelven. Un bico.