10 AÑOS ENTC: LA ANJANA
Esta es la convocatoria de celebración de 10 AÑOS ENTC.
En esta entrada del blog tenemos el vídeorrelato
LA ANJANA, de Paloma Casado,
Ganador de la 1ª convocatoria ENTC en el año 2012.
Solo podrán participar los usuarios o participantes de ENTC a lo largo de sus 10 años.
La participación en el concurso será posible a través de este formulario desde el que se enviará el relato y el seudónimo correspondiente. La organización se encargará de publicarlo debidamente firmado con el seudónimo que nos indique en un plazo de 24 horas.
El relato será INÉDITO de un máximo de 150 palabras (sin contar el título) y tendrá que enviarse antes de las 23 horas (hora peninsular) del DOMINGO 23 DE ENERO DE 2022 cumpliendo estas dos condiciones:
CONDICIONES
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- 1 El relato responderá a una composición libre, pero deberá mostrar claramente algún vínculo en el tema, trama, personajes o ilustraciones que podéis ver en el vídeo superior… dicho de otro modo, se mostrará claramente inspirado en parte o todo este videorrelato.
- 2. En el título o dentro del texto del relato participante debe insertarse un fragmento literal de al menos 4 palabras extraído del relato del vídeo. No se permite variación de tiempo, género, número, ni orden… LITERAL. DE 4 PALABRAS MÍNIMO. Este fragmento, para que sea fácilmente identificado por el jurado… TENDRÁ QUE APARECER EN MAYÚSCULAS.
Consultadnos cualquier duda. Revisad bien el texto antes de enviarlo porque, una vez publicado no habrá posibilidad de corregir ni reeditar.
A finales de enero de 2022, el autor del presente videorrelato elegirá entre todos los presentados en esta publicación un relato que participará como FINALISTA para el concurso 10 AÑOS ENTC.
El fallo final del concurso se dará a conocer durante la celebración del 11 ENTCUENTRO celebrado en Arzúa en el próximo mes de marzo.
EL JOVEN ABEDUL, de Mc Gregor
Tras la muerte del abuelo Juan, la abuela se sumió en una profunda tristeza. Excepto el verde de sus ojos y el color dorado de su pelo, apenas quedaba nada de aquella joven de la foto, donde aparecía con largas trenzas adornadas con lazos y cintas de seda y la cabeza ceñida con una hermosa corona de flores silvestres. Cuando viajábamos al pueblo, mis padres intentaban convencerla de que viniera a vivir con nosotros, pero ella se negaba con una sonrisa silenciosa. Terminado el verano, un día, no la encontramos en su casa y nadie pudo darnos pistas sobre su paradero. Entonces recordé aquella historia de la anjana que nos contaba mi abuelo y tuve un presentimiento. Las ramas del joven abedul ya mostraban el color del otoño, excepto dos grandes hojas, que me parecieron ojos que me miraban, tan verdes COMO EL BOSQUE EN PRIMAVERA.
EL VIAJERO JUAN, de El Principito
Hay una anjana a quien le gusta contar historias de hadas, bosques encantados y conjuros mágicos. Excepto en el equinoccio de primavera que siempre cuenta una de humanos, la del viajero Juan.
Juan se perdió en el bosque y, después de dar muchas vueltas, cayó exhausto en un arroyo donde se bañaba una joven anjana. Y, aunque Juan estaba desvanecido, sus ojos brillaban como dos zafiros de estrella negros.
La anjana quedó prendada de ellos, lo ayudó y bastó el paseo hasta el pueblo para que se enamorasen.
Viendo que no podían separarse, ella decidió irse con él, perdiendo así voz y su inmortalidad pero no fue en vano porque fueron realmente felices.
Su unión era tan fuerte que Juan quiso acompañarla en su viaje eterno. Regresaron los dos para morir juntos en EL BOSQUE EN PRIMAVERA, termina contándonos la anjana mientras vemos brillar sus ojos negros como zafiros.
CUANDO MUERE LA MAGIA, de Paulina
El bosque aguardaba. Nada rompía su letargo. Verano no dejaba paso a Otoño ni Inverno a Primavera. El tiempo agonizaba, detenido en la espesura. Las estaciones no se sucedían. Ya no trinaban los ruiseñores en sus nidos ni danzaban las ninfas sobre las aguas del río. Las hadas destejían hilo a hilo sus hechizos, lágrimas de luna lloraban las luciérnagas y el sueño intempestivo de los trasgos boicoteaba sus diabluras sin quererlo. «Érase una vez…», agitaba EL SUSURRO DEL VIENTO las hojas los álamos. Pero los hombres habían olvidado la magia del conjuro y, abandonado y solitario, moría de tristeza el bosque encantado.
(SIN TÍTULO), de Carlos
Desde el alba de su enamorada memoria, disfrutaban con las mismas cosas. Tampoco aquí, junto al nuevo rio lo pudieron evitar. Esta noche tumbado sobre la fina sábana que impide el contacto de su cuerpo con el de ella, rememora los caminos recorridos a su lado y por qué no se desviaron el uno del otro. Y vuelve a mirarla y desear SUS OJOS VERDES COMO EL BOSQUE EN PRIMAVERA, aunque ahora no brillen, y haya perdido la comodidad de dormir en sus brazos.
Amanece y busca un árbol seco. Construye un sencillo balancín. Abraza a su bebé nacido días atrás. Van a columpiarse juntos, como es costumbre en su gente. Le murmurará con insistencia, la primera e idéntica frase que escuchan los recién nacidos de su estirpe, para que esas sean las primeras palabras humanas que retengan.
Las personas queridas no mueren, repite después mientras cava un gran agujero.
ABUELA, de Vega
Todos decían que había salido a la abuela, pelirroja y con los ojos más verdes que EL BOSQUE EN PRIMAVERA. Nací muda, como ella, y lo que más me irritaba eran esas miradas de lástima de la gente cuando se enteraban de lo que me pasaba. Cada día lo llevaba peor. La única que no le daba importancia alguna era ella. Supongo que por eso fui su nieta preferida, le encantaba hacerme trenzas y coronas de flores silvestres…
El día que dijeron que se había muerto, la vi caminando por la senda que va hacia bosque y fui corriendo tras ella. Según nos adentrábamos en la espesura, su aspecto era cada vez más etéreo y finalmente se desvaneció envolviéndome en un abrazo. Miré a mi alrededor y por vez primera me sentí verdaderamente en casa. Lo que más me sorprendió fue oírme gritar en voz alta: ¡Hogar, dulce hogar!
OJOS VERDES, de Catacaldos
Papá NOS CONTABA MUCHAS HISTORIAS y lo hacía tan bien que nunca podías saber si eran reales o inventadas. Un día nos sorprendió narrando la leyenda de mis abuelos, a los que yo nunca llegué a conocer:
«Estando el yayo Juan pastoreando su rebaño se sintió mareado y pensó que refrescándose un poco se le pasaría. Con esa idea se encaminó hacia un riachuelo cercano, pero justo antes de llegar cayó desfallecido. Despertó con la cabeza apoyada en el regazo de una mujer de bellísimos ojos que mesaba sus cabellos al tiempo que le miraba profundamente. Ambos se enamoraron y ella abandonó su mundo para unirse a él».
Papá terminó aquel relato fijándose en mis ojos y desvelando que aquella mujer era una anjana.
He crecido pensando que aquello no era más que un hermoso cuento hasta llegar a sentir la llamada de mi verdadero ser.
AUSENCIAS EN EL TIEMPO, de Onírica
“Sin ella estoy perdido”. Estas palabras del abuelo resonaban sin tregua en sus cabezas, pero TRAS RECORRER EL CAMINO del bosque no consiguieron dar con la abuela. Preguntaron al río, y éste contestó que sus aguas ya no le servían de espejo. La llamaron a gritos en la entrada de cada cueva, pero solo respondió el eco devolviendo su nombre. Clamaron al viento y éste, trocando su ráfaga en susurro, se detuvo a escucharles. La reconoció en sus palabras: “Habita en sus ojos el fulgor de la esmeralda y un sedoso cabello cobrizo envuelve su grácil figura…”. Y, hallándolos perdidos en un tiempo imposible, se apiadó de ellos.
De regreso a casa, un fuerte vendaval les hizo refugiarse bajo el exiguo alero que coronaba la puerta del cementerio. Entretanto, un inquieto rayo de luna acariciaba los nombres de los abuelos cincelados sobre una rutilante lápida marmórea.
EL ALMA ROTA, de Carballo
COMO EL BOSQUE EN PRIMAVERA, radiante así estaba la abuela Nela cuando nos contaba sus historias alrededor de la lumbre, menos aquel día.
Esa tarde su voz quebrada y su alma rota no le permitía brillar, como era habitual en ella.
Y nosotros- sus cinco nietos- que la conocíamos profundamente y leíamos su alma, sabíamos que algo había fracturado su habitual optimismo.
Lucas, el mayor y más dicharachero de nosotros, no pudo más y le dijo:
«- Abuela, no nos asustes, que ha pasado que te tiene tan angustiada».
Y en ese momento rompió a llorar como nunca antes la habíamos visto, mientras, entre balbuceos, intentaba explicar el motivo de su pena:
– «Vuestro padre ha muerto en un accidente de tráfico y vuestra madre está gravísima en el Hospital».
Y los cinco nos abrazamos a la abuela como si fuera nuestro ancla mientras vertíamos infinitas lágrimas.
EL ABUELO, de Belfegor
Estaba en la cama con mis dos primas disfrutando como enanos, cuando llegó el abuelo.
Casi siempre nos contaba el mismo cuento. Una historia empalagosa y dulzona sobre una chica muy guapa, una Anjana, que se le acercó en el río. Las flores, los trinos de los pájaros y una música celestial iban haciendo que nuestros ojos se fueran cerrando.
Entonces entró la abuela, QUE SONREÍA MUDA, CONTEMPLÁNDONOS CON SUS OJOS negros.
Abrió una boca con dientes enormes y retorcidos y mientras golpeaba con un hacha al abuelo en el cráneo, le dijo gritando, soy una Ojáncana, viejo inútil.
Un beso en la frente me despertó.
Y LA NAVE VA, deMatilda Johnson
Juanjo NOS CONTABA MUCHAS HISTORIAS y todas parecían mentira: que su abuela era una anjana del bosque, que por el amor de su abuelo había elegido ser muda, que el color de su pelo era como la corteza de los árboles y sus ojos verdes… Nos gustaban sus cuentos, nos encantaban pero, aunque le escuchábamos en silencio, seguíamos sin entender muchas palabras que decía: ¿qué era una anjana y el amor, cómo eran las cortezas de los árboles y un bosque en primavera?, ¿qué era cualquier cosa de las que decía?, ¿acaso no se había pasado como todos veinte años viajando en animación suspendida?
No teníamos claro si aquellas historias eran ciertas o no, si tenían algo que ver con aquello en que todos nuestros sueños coincidían: creíamos haber huido de un planeta enfermo empujados por unos seres que nos querían.
CONSTELACIONES, de Doña Urraca
El abuelo NOS CONTABA MUCHAS HISTORIAS, unas veces para asustarnos, como aquel cuento de la bruja de la verruga, o del hombre del saco, o de un ogro, otras quería ilusionarnos y nos hablaba del Ratoncito Pérez o de Peter Pan y, casi todas las noches para ayudarnos a dormir con los cuatro angelitos que guardan la cama, aunque a mí me daban miedo. Nos gustaba escucharlos pero siempre que tuvieran un final bonito, de esos en que terminal felices y comen perdices.
Cuando llega el ocaso, lo buscamos sin faltar nunca a la cita. Es la estrella más grande y al verlo parpadeamos muy deprisa para que nos vean desde la tierra con sus telescopios y nos pongan un nombre, como a Orión, Casiopea, Escorpio o la Osa Mayor.
HOGAR, de Procrastinator
La hechicera del bosque había oído rumores de que otras como ella abandonaron su inmortalidad por amor. Acogieron su nueva vida sumergiéndose en sus alegrías y tristezas. Placeres y emociones de una existencia que, por efímera, saboreaban con pasión. Cuando aquel cazador bajó su arma ante el cervatillo, supo que él era su destino. Vivieron juntos muchos años, “demasiados”. Un ser violento y despreciable que hizo de su vida un infierno, de su morada una prisión. Nunca se quejó, de su garganta jamás brotó palabra alguna. Era la ley del bosque, al abandonarlo debía DEJAR ALLÍ SU VOZ.
Él ha fallecido, ella no le llora. Ya libre se adentra en el que fue su hogar, allí acabará su sufrimiento. La daga liberadora que arremete contra su corazón se convierte en una liviana rama, las arrugas de su rostro desaparecen y las palabras encarceladas trepan por el silencio hasta sus labios.
DISLATE BILATERAL, de Amanita
Que mi mujer haya perdido el habla de un día para otro, además de creíble, me pareció incluso conveniente. En cambio, que se quedara sorda ya no me hizo tanta gracia. Al principio, preocupado, intenté llevarla al médico, pero pronto descubrí su treta viendo como usaba el móvil a escondidas para charlar con los nietos. Decidí seguirle el juego: llevamos meses sin dirigirnos la palabra. Empezó siendo divertido y hasta terapéutico. Nunca tanta atención mutua nos habíamos dedicado; la utilización de gestos exagerados para hacernos entender mejoró nuestra movilidad articular; por fuerza, reforzamos también la capacidad de concentración… Más el teatro agota. Y aunque el hartazgo de representar tanto tiempo seguido la misma función es evidente, continuamos SIN ENCONTRAR EL CAMINO DE REGRESO, ninguno osa quitar la careta.
DESENGAÑO, de Sor Levadura
Entramos en aquella cárcel de paredes derruidas y letras prosopopéyicas, perfiladas por un grueso trazo negro y rellenas de azules eléctricos, de blancos estridentes, de amarillos encendidos. El musgo, tan verde como las miradas de aquellas mujeres, ha conquistado parte de los muros y tapa, con el resplandor glauco de sus cofias, algunas de las firmas grafiteras que adornan el yeso envejecido de las ruinas. Enfrente, a no más de veinte metros, esta el bosque, cada día más frondoso, colmado de chorreras y veneros, poblado de grillos y luciérnagas, de zorros y garduñas, de genios y ninfas que, entre el follaje y las raíces de los árboles, se sienten invisibles a la turbia seducción de los humanos. Las Arjanas, ahora desdentadas y vestidas con harapos, incapaces de emprender EL CAMINO DE REGRESO, nos siguen como perros asustados, deseosas de encontrar, después de tanto tiempo, el paraíso que les habían prometido.
SIN PALABRAS, de Vellorita
Desde bien pequeñas mi hermana y yo coleccionábamos abuelas. Teníamos de todos los tamaños y grosores, viejecitas y no tan mayores, canosas, rubias, morenas y hasta una pelirroja con tantas pecas que no se le distinguía la cara. Tiernas, cariñosas, marimandonas, encorvadas, hogareñas, desabridas, nostálgicas, arrugadas. Todas adorables a su manera, PERO NUESTRA PREFERIDA ERA una de ojos verdes como la primavera. Nunca pronunció palabra. No hacía falta. Cada noche nos contaba unos cuentos fantásticos, solo con la ayuda de la imaginación, que nos fascinaban y nos aseguraban soñar también dormidas.
A medida que crecimos, nuestras abuelas fueron desapareciendo, todas excepto ella, que se mantuvo a nuestro lado en todo momento. Cuando murió mi hermana, allí estaba, sosteniendo mi pena. Como ahora. Ambas sabemos que no me queda tiempo. Antes de cerrar los ojos para siempre, la veo acercarse a mi nieta. Así, tan juntas, parecen casi idénticas. Y sonrío.
(SIN TÍTULO), de Egomet
REFLEJADO EN LAS AGUAS claras, el Skyline del pueblo ondea como una pancarta contra el olvido. El abandono, o tal vez el constante fluir del río desgastaron su antaño esbelta silueta. El aire de la ausencia hace tiempo que cuchichea entre las ruinosas casas. El abuelo Alberto ya no es aquel niño que desafiaba la corriente, intentando sorprender a los cangrejos. Mientras contempla ensimismado el caudal entreverado de verdes y azul cielo, todavía recuerda a la abuela Mariana cuando miraba extasiada el aleteo de las libélulas. Pero los celos y el rencor acabaron con la poesía. Desde aquel fatídico día, el abuelo vive atormentado. Cada vez que baja a la huerta y escucha el rumor del agua, resuena en su memoria el eco de aquellos gritos ahogados.
ABORDAJE, de Marea Baja
La plaza rezuma algarabía, paseos, conversaciones. Acalorado, uno de los niños que corretea por allí, mete sus pies en la fuente. De pronto, siente un cosquilleo. Se agacha y empieza a sacar erizos, estrellas de mar, caracolas. Riendo, regala peces de colores a sus amigos, que se apresuran a meterlos en los vasos de las granizadas. De improviso, ante el estupor de los vecinos, emerge del pilón una enorme goleta y desembarca una horda de piratas que, sable en mano, saquean la taberna y la tienda de ultramarinos. No puede ser, es imposible, dicen los adultos. Y, sin embargo, allí están. Lo atestiguan los escaparates rotos y la bandera negra con la calavera atada en el balcón del ayuntamiento. Más o menos, EN ESE MOMENTO DEL RELATO, a pesar de nuestra entusiasta impaciencia, la abuela siempre se queda dormida con la manta arropando su cola de sirena.
EL ABUELO NICOLÁS. de Bartleby
Para Javito y para mí, el abuelo Nicolás era mago. Solo él era capaz de, entre cucharada y cucharada de sopa, hacernos invisibles. Y lo hacía solo CONTEMPLÁNDONOS CON SUS OJOS VERDES bien abiertos. En ese momento, para no desvelar nuestra ubicación, debíamos evitar mover ningún objeto así como contener la risa, ante su cara y gestos de sorpresa y estupor. Cada poco, el efecto se iba diluyendo, pero una nueva cucharada y su mirada hipnótica reanudaban la invisibilidad de nuestros cuerpos. Era con quien más nos divertíamos, sin duda, y el único que lograba que nos comiéramos toda la sopa.
LA DULCE, DULCE VENGANZA, de rizzitos
La sangre sobre la nieve es más roja. Lo sé porque yo misma la he visto… hace diez años, la maldita de flora, que tenía los ojos verdes, como la primavera torturó y asesinó fríamente a mis padres. Dijeron que no había suficientes pruebas en su contra, aunque contaban con mi testimonio, siendo yo la única sobreviviente de la masacre. Incubé un odio profundo hacia ella todo este tiempo, esperando el momento adecuado para vengarme de mi hermana. Tenía que ser, en el lugar indicado y a mi manera, para que todo fuera perfecto, TRAS RECORRER EL CAMINO y, con una facilidad tan increíble que hasta a mí me impresionó, la secuestré, la llevé a mi cabaña en el bosque, la amputé los dedos y las orejas con un cuchillo de cocina, para luego, arrastrarla al patio trasero y degollarla como el animal rastrero que era.
LA ANJANA LOCUAZ, REBELDE Y SOLTERA, de Ladybug
No es nada fácil ser una Anjana. Vivir en las fuentes y manantiales con tanta humedad, con el pelo siempre encrespado; tener que ayudar a animales heridos, a los árboles que caen por una tormenta; buscar a quien se extravía en la nieve o en mitad del bosque, ¿no se ocupaba el Seprona y el Servicio de Rescate de la Guardia Civil de esas tareas?, y lo de dejar regalos en las puertas de los pueblos por donde pasamos, ¿no es labor de Santa Claus y los Reyes Magos? Pero si hay un asunto que me joroba sobremanera, es el del amor. Resulta que si te enamoras y decides abandonar el bosque porque quieres irte con tu amorcito a vivir a su pueblo, tienes que PAGAR UN CARO TRIBUTO. Lo de la inmortalidad no me importa, lo juro, ¡pero callarme para siempre!, ¡vamos hombre!, ¡antes me quedo soltera, y entera!
EL BOSQUE IMPIDIÓ VER EL ÁRBOL, de Wenceslao Izquierdo
EL ABUELO SE PERDIÓ EN EL BOSQUE, todos en el pueblo estaban convencidos y montaron batidas para buscarlo. Pero se olvidaron de mirar el árbol donde el abuelo marcó hace sesenta años un corazón con dos iniciales, pensaron absurdamente que como ya no se acordaba de las cosas…
EN EXTINCIÓN, de América
EL ABUELO JUAN NOS CONTABA MUCHAS HISTORIAS del bosque. A los niños nos encantaban.
Por eso me dio tanta pena descubrirlo en el estante más alto del altillo, doblado, encogido sobre sí mismo, esperando que alguien tirara de la cuerda que lo desplegaba para ponerse en pie, desperezarse, airear la hojarasca y disfrutar del sol penetrando cálido entre las ramas.
Por supuesto, tiré. Las ardillas estornudaron cuando las partículas de polvo volvieron a flotar en el aire, pero el bosque procuró disimularlo con el gorjeo de un pichón recién nacido en el estirón y el golpeteo enloquecido de un coro de ansiosos carpinteros.
Era un bosque de los de antes, se afanaba por mantener la magia. Desde que él y sus congéneres solo existían en los cuentos, apenas trabajaban cuando algún niño pedía que le contaran una historia fantástica. Y eso cada vez ocurría con menos frecuencia.
EL SECRETO, de Respiración
Celebramos el cumpleaños de la abuela a lo grande: fuegos artificiales, música…
A las 0:00 horas quiere que la sigamos hasta un cercano bosque de castaños. Un fantasmagórico lugar de gran belleza donde la magia pende de cada rama.
Ella, tan reservada, que pasa el día trabajando, nos sorprende con su actitud.
Se sienta sobre una piedra plana, con el pelo suelto y sus hermosos ojos verdes brillando en la penumbra. Es COMO UNA ANJANA DEL BOSQUE: bella e irreal.
De un agujero saca un cofre de latón. Contiene un cuaderno y una pluma.
-Aquí relato mi historia y mis versos de luna llena.
-Dice.
Su rostro ¡Arrobado! mira sin vernos y flota sobre el musgo de las peñas. No son los efluvios del banquete. Algo ha sucedido en su interior. Recita con voz extasiada sus versos.
Contemplamos, enmudecidos, la transformación. Esta fascinante aparición ha dejado de ser la abuela.
LA LAMIA DE OPAKUA, de Agüerojero
Dormitaba el pastor cuando fue despertado por el canto que una lamia desgranaba desde la cueva de Lezao. Sí, aquellas mujeres existían y tan hermosas como las describían en los cuentos. Pasó la mañana hablando con la bella aparición hasta la hora del ordeño. Cada día, TRAS RECORRER EL CAMINO, no dejó se subir a la cueva, contándole las penurias y hambrunas por la que pasaban. No pudo reprimir contar a sus vecinos sus encuentros con la dama. Las gentes del pueblo se burlaron. Contó sus penas a la dama y esta le entregó un cedazo de oro diciéndole que con aquella herramienta no pasaría más hambre y nadie se reiría de él.
̶ Cada vez que agites este cedazo caerá de él harina de trigo, dijo.
En Agurain hay una panadería en la que nunca faltó el pan gracias a un tamiz dorado que luce colgado en la pared.
VERGÜENZA, de Ariadna
Desde que tengo uso de razón he escuchado la historia de como UN DÍA, CUANDO ERA JOVEN, la abuela se perdió en el bosque y nunca regresó. En casa solo hay una fotografía de ella, teñida por el color de las cosas viejas y guardada el cajón de los olvidos.
De ella, contaban, que debido a su belleza, un malvado ajàncanu del bosque la confundió con una anjana. La secuestró y mantuvo cautiva durante años, hasta que de la pena, murió.
A mí, la historia me parecía tan mágica que preferí obviar la verdad, mucho más común y trágica.
“Rota por la vergüenza de llevar a mi madre en su vientre, con sus padres en contra y abandonada por su amante, mi abuela, nada más dar a luz, decidió quitarse la vida. Murió sin magia ni seres fantásticos, pero con una pena tan real, que todavía a día de hoy duele”.
LA FELICIDAD ERA AQUELLO, de Storm
Mientras yo crecía no me daba cuenta de que el abuelo iba haciéndose viejo, pero siempre encontré tiempo para escuchar sus relatos de habitantes del bosque, de animales fantásticos, de lejanos reinos.
¡Con cuanto cariño le recuerdo! Estaba siempre jugando conmigo o contándome cuentos. Gesticulaba con la cara y las manos y con una voz riquísima en matices —lo mismo era un granjero, una bruja, un cerdito, una piedra o hasta el viento— se inventaba mil historias. Un día, mientras describía una tormenta de nieve sobre las casas de los elfos, EL ABUELO SE PERDIÓ para siempre entre la bruma y aunque se fueron disipando sus pensamientos y empañando su mirada, nunca se apagó aquella luz chispeante en sus ojos. Desde entonces hablaba solo, o a las paredes, o al fuego, pero escuchándole supe que sus últimos días los pasó feliz, muy bien acompañado por los personajes de sus cuentos.
HECHIZO DE AMOR, de Elón
Canturreaba una anjana en la orilla del río cuando VIO REFLEJADO EN LAS AGUAS un apuesto abuelito. Hacía ya siglos que no pasaba nadie por allí y era mucha la necesidad acumulada y aunque pareciese mayor para ella no dejaba de ser todo un jovencito. Azuzó entonces con una pica dorada su entrepierna y le propuso pasar la noche en lo más profundo del bosque, pero él respondió con gran pesar que ya no reaccionaba a ningún encantamiento y siguió su camino. La anjana consultó el libro de los hechizos, destiló hierbas, extrajo esencias, cristalizó vapores, los pulverizó, moldeó unas pastillitas y corrió en busca del viejecito al que alcanzó a la salida del bosque. De eso hace ya unos cuantos lustros, nos cuenta divertido el abuelito, mientras la abuela sonríe sin decir palabra y machaca con esmero unos polvitos de color azul en el mortero.
LINDURAS, de Linduras
Soy una rana Anjana con los OJOS VERDES COMO EL BOSQUE EN PRIMAVERA. Esta bien ser una rana. Sin embargo, para mí, la lindura era atravesar tu cuerpo de batracio entretenido en la metamorfosis.
Nunca pensé que mi Anjana inspirara tanto y a tantos. Muchas gracias, de verdad. Le habéis dado una nueva vida a este personaje para mí tan querido. Siento haber tenido que elegir solo a un ganador del que pronto tendremos noticias. Espero que hayáis disfrutado tanto como yo cuando escribí esta historia al inicio de esta maravillosa locura llamada ENTC.