10. Prevención de riesgos laborales (Susana Revuelta)
Al poco de nacer, nuestros padres ya nos animaban a que peleásemos entre nosotros. Así, jugando, aprendimos a defendernos y luchar. También a salir en estampida, en caso de avistar osos o algún hombre armado con un rifle. Desde pequeños nos enseñaron a cazar, a trocear las presas más grandes y a enterrar pedazos de carne para cuando nevara. Corríamos a diario para ser los más veloces y nos habituamos a dormir ojo avizor y a oler al enemigo a varias yardas de distancia.
Pero sobre todo nos inculcaron que, aunque nos rutaran las tripas, huyésemos despavoridos en cuanto viéramos aparecer por el sendero del bosque a una niñita con caperuza roja y mirada angelical. Por más que nos apeteciera hincarle el diente a ella o a la tarta de manzana que llevaba en su cesta, en eso nos insistieron mucho. Ninguno queríamos acabar como el antepasado aquel, incauto y tragón, al que llenaron de piedras el estómago mientras dormía tras zamparse a la abuela de la niña. Y que horas después despertó con muchísima sed, bajó al río a beber, resbaló y del peso se hundió hasta el fondo y el pobre desgraciado se ahogó.
Las niñitas y niñitos (veáse mi depurado lenguaje inclusivo) son lo peor; si van vestidas llamativamente y en la cesta un cebo, ni te cuento, es que no tienen miedo ni respeto… por los pobrecitos lobeznos hambrientos a los que se les está haciendo la boca agua.
Buenas lecciones das, importantísimas
El mundo está cuajado de una sucesión de peligros sin fin. El simple hecho de vivir ya conlleva un riesgo en sí mismo. Toda educación práctica es poca y hacen bien los padres de estos lobeznos en no dejar ningún detalle al azar, para que la camada pueda sobrevivir. Aprender de las malas experiencias es la mejor lección. Desconfiar de los seres cándidos y en apariencia indefensos tiene su fundamento, escritos y documentados en forma de cuento clásico infantil están las evidencias.
Buen repaso al cuento clásico, con un divertido cambio de roles. Aparte de la simpatía del relato, también podría tener otra lectura, derivada del deseo de que los (más bien «las») inocentes fueran fuertes frente a las manadas salvajes.
Un abrazo, Susana. Feliz año y suerte
Más vale prevenir que curar, dice el refrán. Y hay otro que dice que hay que curarse en salud. Y sospecho que los protagonistas los conocen sobradamente a los dos gracias a ese antepasado incauto y tragón que no hizo ni una cosa ni la otra: prevenir, y curarse en salud.
Un cuento de advertencia ameno y didáctico, contado por y para quienes menos hubiéramos pensado… Para que no se crean el señor Perrault y los hermanos Grimm que son los únicos que saben contar 😉
Una deliciosa vuelta de tuerca a la historia de Caperucita.
Te felicito, SUSANA.
Cariños,
Mariángeles
Me encanta sentirme parte de los cuentos e historias que nos contaban de pequeños. Me lo paso muy pero que muy bien.
Si lo he sabido transmitir, genial.
Abrazos.
Qué buena versión del clásico, Susana. Me ha gustado mucho. Felicidades y suerte.
Besicos muchos.