11. Infierno grande ( Paz Monserrat )
Para el bautizo de su niña encargó cuarenta imanes con una fotografía del bebé saliendo de un cogollito color crema. Los repartió entre sus familiares y los que vinieron desde lejos de la parte de su marido a la celebración. Una fiesta interminable que montó a regañadientes en una finca alquilada. Pero su suegra, tras el segundo día de fastos familiares, le dijo que le parecían pocos. Ella regresaría a su casa y tenía compromisos. Necesitaba más imanes: para todos los vecinos, para sus amigas de las meriendas de los jueves, para los feligreses de su parroquia. Y para unos primos lejanos que no habían podido venir al festejo. A la mamá de la criatura le horrorizó la idea de en el vecindario de su suegra las puertas de todas las neveras lucieran a su niña junto a una imagen de la torre Eiffel. O todavía peor: diluida en una masa indistinguible de niños bautizados en ese pueblo de mala muerte en el que todos tienen que estar en la casa de todos y de cualquier cosa se tiene que hacer una competición. Se negó, desafiante, aún a riesgo de que lo siguiente a celebrar fuera su divorcio.
Todo tiene un límite. Las celebraciones están bien, pero cuando desbordan lo razonable y, sobre todo, otras personas que deberían ser respetuosas, tratan de condicionar las actuaciones, es el momento de dar un puñetazo en la mesa, algo que ha hecho y de forma muy valiente tu protagonista. La comprendemos a la perfección. La imagen de su niña merece algo más que ser parte de la quincalla que, a veces, atiborra las puertas de las neveras y en la que nadie se fija.
Si su compañero es como debe, debería apoyarla, ante la evidencia de lo razonable. Si la alternativa es el divorcio, es que el contrato era menos perfecto de lo que parecía.
Un relato sobre la autonomía, la libertad y el «infierno grande» que supone no tenerlas, dejándose someter por las injerencias, por el «qué dirán», por el «no voy a ser yo menos». Una historia bien contada y creíble, que nos hace tomar partido.
Un abrazo y suerte, Paz
Una historia donde terceras personas se apropian de la celebración y al parecer un padre que no tiene el valor de ser quien ponga los límites.Una madre dispuesta a defender su dignidad.
Muy buen relato Paz.
Un abrazo y suerte.
Gracias por vuestros comentarios. Queria hacer un cuento a partir de esa frase que dice «Pueblo chico, infierno grande». Sobre los límites que te pueden imponer en ocasiones la pertenencia a un grupo en el que no existe el derecho a ser distinto.