117. Fugitivos
De este lado hace frío, siempre, aunque del otro la luz sea primaveral o tórrida. Acechamos envidiosos vuestro mundo y, aunque soléis asomaros al nuestro en soledad, sabemos que allá las manos a veces tiemblan al rozarse, los besos son húmedos y los abrazos ahuyentan el miedo. A veces una piedra, un disparo, un terremoto nos permiten escapar, dejando a uno de vosotros prisionero en las esquirlas de la frontera rota. Años de vigilancia nos permiten desenvolvernos con naturalidad −saludar al portero, atender a los clientes, compartir las noticias−, pero algo nos delata: un recuerdo de cristal en la voz, la inversión de la ligera asimetría del rostro. Algo que solo perciben quienes deberían querernos y que les provoca un rechazo instantáneo. Y así, condenados a la soledad en compañía, seguimos siendo lo que siempre hemos sido, el gélido reflejo de un ausente.
El relato nos va describiendo poco a poco esa fría existencia, escalofriante, pero el redoble final es esa frase: «el gélido reflejo de un ausente», me he quedado paralizada.
FELIZ AÑO 2018
Feliz año, Isabel, gracias.
Hola, Elisa.
Tu texto, sobre una línea clara, que percibimos, se presta a transitar por otra. A una interpretación metafórica. Todos estamos al otro lado. Todos estamos frente a una frontera que siempre, o casi siempre, no sobrepasamos. Malraux dijo que el hombre es una pasión inútil. A mí me parece que somos los otros con nuestros propios ojos. Que somos ausentes de nosotros mismos, de nuestras espléndidas fantasías, de nuestras amadas y cálidas quimeras. «El gélido reflejo de un ausente», como escribes tú. Interesante texto el tuyo. Enhorabuena y feliz todo para ti siempre con un beso.
Me has hecho reflexionar sobre el texto, Martín, y he visto escondidas cosas muy íntimas que se habían plasmado en el papel casi sin darme cuenta. Muchas gracias.
Excelente, Elisa. Me ha encantado. «Chapeau».
Buno, Antonio, es que tú me mira con buenos ojos. Un beso.
Ay, mi apreciada Lunera, qué bien lo haces.
Gracias, Camelia querida.