12. La eterna condena
Gladys me acusa de ser un donjuán, otra nueva distracción en mi afamada experiencia con las mujeres o en el mejor de los casos, el amante perfecto para ayudarla a olvidar la tristeza de su lacerante vida hundida en la miseria.
Asumo que me divierto coleccionando muñecas de porcelana que se brindan a mis caprichos y que en ocasiones me vi obligado a utilizar la coacción y el chantaje emocional a fin de cumplir mis objetivos, pero de ahí a lo que Gladys me atribuye, barruntando un futuro indeseable para ambos, no lo encuentro razonable, puesto que ella es la exclusiva pieza de mi colección, capaz de permitirme acabar con mi disoluta existencia. La única que me dará un hijo natural, lo cual ablandaría el pétreo corazón de mi padre, tan impaciente por legar su fortuna a un heredero de su sangre. Así, cambiaría de acera para iniciar otra selección con apuestos efebos y ella mejoraría exponencialmente su infortunio, con el alivio que conlleva desprenderse del sufrimiento. Además, nunca fue víctima de los celos, sino de su ambición por nadar en la opulencia.
No obstante, seguiré siendo el contumaz Narciso condenado a enamorarme de mí mismo.
Una relación de conveniencia para ambos, en la que ambos salen ganando: Gladys cumplirá su ambición de nadar en la opulencia, mejorando así su «infortunio», y Narciso, hijo mediante, recibirá la herencia paterna, ésa que lo hará cambiarse a la acera de su verdadera orientación sexual… Como supo decir Confucio, «sólo puede ser siempre feliz el que sepa ser feliz con todo», y parece que éstos dos, aceptando «la eterna condena», lo están logrando…
Un micro muy bueno el tuyo, MILAGROS, contado desde el frío y práctico punto de vista de quien quiere «cumplir sus objetivos»…
Te felicito.
Cariños,
Mariángeles
Quevedo ya dijo aquello de: «Poderoso caballero es don dinero», llamado también y no en vano «vil metal», algo capaz de condicionar la existencia de muchas personas, de cegar su perspectiva hacia otras circunstancias, Quién sabe, incluso, si será cierto eso de que «todos tenemos un precio».
Estos dos personajes se necesitan mutuamente. Él, para lograr un hijo con el que conseguirá la herencia paterna; ella, para abandonar la miseria. Ambos se unen por este interés en exclusiva, mientras tanto, serán actores de una obra de teatro con papeles que no les agrada. Una vez recogido el fruto, él se deshará de tapujos para dedicarse en exclusiva a sus verdaderas inclinaciones: la belleza propia, puesta en valor con las de otros de su mismo sexo; mientras que ella tendrá esa opulencia que tanto pretende. La condena de cada uno se entiende como algo de lo que no pueden escapar: de ellos mismos y sus inclinaciones.
Un relato que ahonda en lo que puede llegar a hacer un ser humano para tener una posición desahogada, así como en la naturaleza verdadera, siempre dispuesta a aflorar.
Un abrazo y suerte, Milagros
Muchas gracias, Mariángeles por reparar en esta historia y la acertada síntesis que has sabido hacer del contenido.
Me parece genial la frase que me compartes del famoso pensador chino, pues expresa con toda claridad la idea que subyace en la historia.
Todo un honor recibir tus elogios viniendo de alguien como tú, con gran experiencia y formación en el campo artístico. Te lo agradezco de veras.
Un abrazo.
Querido compañero y atentísimo lector, me ha encantado la referencia que haces de Quevedo a través de esta conspicua frase que pone de relieve la suma importancia del dinero y lo material como condicionante humano.
Muy buen resumen y comprensión de la historia que generosamente me compartes. También aplaudo como has captado el mensaje respecto a la clase de condena que ambos comparten.
Intento ahondar, como muy bien has deducido, en las características de la naturaleza humana que condiciona su comportamiento.
Muchísimas gracias, Ángel por tomarte el tiempo necesario para dejarme tus atentas y siempre valiosas impresiones.
Un abrazo y suerte igualmente.
Su nihilismo moral le empuja a su propio placer sin importarle que su colección tiene sentimientos. Dos vidas que se complementan y cuya verdadera esencia el dinero destapará. Muy buen micro, Milagros. Un abrazo.
Discúlpame el retraso, apreciado Salvador, pero todo este complejo asunto de la pandemia me ha mantenido algo apartada de ENTC y otros blogs que sigo.
Centrándome en tu comentario tan brillante con la idea principal de este micro, sí, esa carencia de valores y escrúpulos de toda clase, llamémosle egoísmo de Narciso, determina su condición de coleccionista frío y calculador.
También has hecho una buena síntesis en cuanto a la unión de esa pareja tan complementaria.
Si mi micro es bueno o medianamente bueno, lo que tengo claro es que eres un gran lector y mejor compañero.
Un gran abrazo, Salvador y cuídate con la que se nos venido encima.
Me ha gustado mucho tu manera de explicar esta historia. Tan común a veces y que nunca pasará de moda, como bien te han dicho por aquí, vil dinero o mardito parné. Mucha suerte con el relato.
Repasando los microrrelatos que he ido compartiendo, acabo de fijarme en tu amable comentario, que no quiero dejar sin responder.
Muchas gracias por tomarte tu tiempo para leerlo y encantada de coincidir en tu apreciación sobre algo que no pasará de moda.
Saludos, Beatriz.