126. Raída
En cuanto nos quedamos solos la localiza con su vista atraviesa paredes y, por señas, me indica dónde tengo que buscarla: en el fondo del altillo, en la caja de la persiana, bajo la funda del sofá. Si se la echo por encima y acerco el carrito a la ventana del salón, el abuelo casi consigue ponerse de pie. Lo malo es que, cuando está a punto de despegar, aparece la abuela Lois y se la arranca maldiciendo. Después ella se restriega un poco los ojos, a él le da un beso en la frente y a mí me castiga sin postre. La capa, no sé por qué, nunca se decide a tirarla.
Si ya cuesta cuidar a un anciano cascarrabias y empecinado en sus caprichos, mas costará cuidar a un Superman senil y dispuesto a seguir patrullando la ciudad enfundado en su antiguo uniforme: una capa tan antigua y deshecha como él y que no lo sostendrá en el aire, ya que al protagonista se le ha olvidado que puede volar por sí mismo.
Años atrás, fue Superman quién salvaba a Louis, ahora en la vejez es ella quién, en un cambio de papeles, se ha convertido en la heroína que lo libra de quedarse estampado en el pavimento.
Una historia agridulce que nos muestra en lo que llegan esos «hombres de acero» en la vejez.
Un beso y un abrazo, Elisa.
Triste final para un superhéroe. Así es para todos, esa esperanza de poder recuperar las fuerzas. Suerte.