150. MAS TODO PARECE DORMIDO, SOÑADO… de Olmo
Resucitan mis oídos los gorjeos de los pájaros y el siseo del agua que zigzaguea a mis pies. Espío el viento que silba en las laderas y campanillea entre las hojas de los árboles que me asedian, mientras traslada e inunda de fragancias el aire que me embalsama.
Necesito moverme. Siento mis manos y mis pies entumecidos, faltos de vigor y savia. Nada duele, más todo parece dormido, soñado…
Me enfrento a mi apatía y decido moverme. Intento abrir las manos, mover los dedos y sentir el aire que los rodea, más un temblor antiguo parece recordarme que perdí la fuerza en otras cruzadas; y que estos artríticos y nudosos dedos no renacerán más sobre jóvenes cuerpos.
Observo mis pies calzando esta húmeda tierra, velados por un espeso manto de barro y hojas que me hacen rumiar si permaneceré siempre arraigado a este lugar, del cual no recuerdo nunca haber faltado.
Mi boca reseca, sin la humedad del rocío, envejece abierta en un grito atávico e infinito que oculta el paso del tiempo. Busco luz para mis ojos. Busco una respuesta. Echo un vistazo dentro y me replica con mal aliento: “…sólo eres el tronco viejo que sembró este bosque”.