1º Concurso de Microrrelato EL CAFÉ
13º ENTCuentro
que celebraremos el primer fin de semana de marzo en Cabezón de la Sal, queremos invitaros a participar en este concurso que le hemos propuesto al restaurante EL CAFÉ, el local donde cenaremos el sábado 2 de marzo, con el objetivo de que desde sus instalaciones nos lleguen los primeros efluvios de … inspiración.
Asistentes y no asistentes al ENTCuentro, estáis todos invitados a este
1º Concurso de microrrelato EL CAFÉ
Sus bases son las siguientes.
1 – Pueden participar usuarios de la web estanochetecuento.com y amigos y conocidos de la página.
2 – Podrán presentarse un máximo de 2 relatos por autor.
3 – El relato se publicará únicamente en el espacio de comentarios de esta misma entrada del blog www.estanochetecuento.com, y tendrá una extensión máxima de 100 palabras sin incluir el título.
4 – La única condición del relato es que será obligatorio que esté ambientado en la cocina, en la barra o la sala de un restaurante cualquiera y que alguno de sus protagonistas sea el camarero o camarera.
5 – El plazo para su presentación se iniciará con la publicación de este post y durará hasta el DOMINGO 25 de febrero de 2024.
6 – El jurado estará formado por los representantes del restaurante. En el caso de que alguno de los ganadores no se haya identificado debidamente será inmediatamente eliminado y el premio pasará al siguiente.
7 – Este concurso se fallara públicamente tras la cena programada para el próximo 2 de marzo en el Restaurante EL CAFÉ.
8 – El premio para el relato ganador es una cesta de productos locales y la inclusión del relato en el recopilatorio Esta Noche Te Cuento de 2024.
Ya sabéis… 100 palabras… bien servidas
1. LA DECISIÓN
Me mira seductora desde el otro lado de la barra. Como cada noche, está arrebatadora con ese vestido negro.
— ¿Hoy sí? — me pregunta esperanzada, apurando su whisky.
Miro la foto de mi mujer y mis seis hijos, colgada en la pared.
— No puedo hacerles eso — contesto taciturno.
— No te preocupes, sé esperar — me dice dulcemente, y sale del bar.
Cada vez me cuesta más negarme. Estoy tan cansado que, mientras friego el vaso, cuento las horas que faltan para volver a verla.
Quizás mañana reúna el valor para decirle que sí, que quiero que me acaricie con su fría guadaña.
2. UN CAFETÍN
Me colocaba el delantal para preparar la máquina del café, antes de que la barra se me pusiera como el metro en hora punta, cuando escuché risas infantiles afuera.
Enfrente de la cafetería habían instalado un colorido teatrillo. Alrededor, un grupo de niños, vigilados por sus maestras, disfrutaban con las aventuras de un policía que amonestaba a un caco de camiseta rayada. A su lado, protestaba alterada una ancianita, a la que el ratero había robado el bolso.
‘¡Al ladrón!’, coreaban los pequeños.
‘¡A la cárcel con él!’, clamaba la viejecita. ‘Que ni para un cafetín me ha dejado’.
3. ESTÁN ENTRE NOSOTROS
_ ¡Camarero! ¡Hay una mosca en mi sopa!
El joven, asustado, mira hacia un lado y hacia el otro abrumado por el bochorno. Todos los comensales siguen el acontecimiento con incuestionable hilaridad. El cliente, enfadado, espera una respuesta. El chico tiembla de arriba abajo. No sabe qué hacer. Siente que, haga lo que haga, puede ser definitivo. Con más torpeza que iniciativa, saca su kilométrica lengua y engulle en un santiamén al inoportuno insecto. Los ojos casi se le salen de las órbitas, pero con su singular anatomía comprueba que casi nadie se ha dado cuenta…
_ ¿Qué mosca, caballero?
4. TESTIGOS
Toda la familia se había acercado a El Tesoro, el bar con más solera del barrio, como muchos otros vecinos, a pesar de la hora tardía.
En aquellos años del siglo XX pocas personas se podían permitir tener televisión.
Pero aquel acontecimiento, uno de los más trascendentales de la Humanidad, se merecía toda esa atención.
Aquella noche fueron testigos, en directo, mientras Manolo, el camarero les servía unos cafés, del momento en que Neil Armstrong pisaba la Luna.
Y cuando miraban embobados aquella proeza escucharon esa frase que ya es historia.
5. UNA SONRISA Y UN CORAZÓN DE ESPUMA EN EL CAFÉ
Dicen que los camareros tenemos algo de psicólogos. La verdad es que a mí me gusta observar a las personas con el fin de atenderlas lo mejor que puedo. A veces, sólo precisan eso: un poquito más de atención. Muy poca gente es consciente del efecto positivo o negativo que su forma de actuar ejerce en los demás. Así me lo explicó un cliente mientras, dándome las gracias, me regalaba un libro que abordaba esa premisa y que acababa de publicar. El título, según me confesó, se lo había inspirado yo.
Isabel Cristina
6. BAR «LOS AMIGOS»
Juan se sentó junto a la barra como siempre, y también como siempre, el camarero le sirvió un café cortado doble y le preguntó qué tal el día. Juan ni siquiera le miró.
La cantina estaba muy tranquila y podía haber conversado un rato con su “camarero de familia” pero ese día no llegó con ganas de hablar.
Tal vez mañana, en el mismo bar y a la misma hora, se lo contara todo, absolutamente todo.
7.ENTREDICHOS VARIADOS
—¿Patatuca?, ¿croqueta?, ¿tartar?
—Del gaznate para abajo todo son sopas de ajo.
—¿Tartaleta?, ¿arroz meloso?
— Por mucha cena, nunca noche buena.
—Más mató la cena que sanó Avicena”, pero tripa vacía corazón sin alegría.
—A comer y gozar que el mundo se va a acabar.
— Come y bebe que la vida es breve. Olla con gallina, la mejor medicina.
—El buen alimento cría entendimiento.
—Al pan, pan…
—Y al gazpacho un buen pepino.
—¿Tarta de quesos cántabros?
—Con buen queso y mejor vino, corto se hace el camino.
8.-OBSERVACIONES DESDE ESTE LADO DE LA BARRA
Al ver al cirujano sabía que la operación había salido bien. Sin preguntar, le serví su descafeinado de máquina y el pincho de tortilla. El médico de planta salió a la carrera sin terminar su cena. Algún paciente se habría complicado. Recogí sus platos y los guardé por si volvía. Al fondo, un padre feliz celebraba el nacimiento de su hija. La familia del de la UVI, que cenaban a diario, se acercó a despedirse. Le daban el alta. Me alegré por ellos. Desgraciadamente, también estuve en sus zapatos. El turno de guardia llena mi soledad desde el terrible accidente.
9. MUY PROFESIONAL
Nadie entendió a Miguel cuando decidió montar su bar; era el único licenciado del pueblo aparte del farmacéutico, y pasó a ser un simple camarero. Pero la verdad es que lo ambientó muy bien, con las mesas de mármol, las fotografías del pueblo, la camiseta del Escudo FC, un televisor de 75”, wifi gratis y todas esas botellas situadas detrás de la barra perfectamente colocadas por tipo de licor, color y tamaño. Aunque lo mejor del bar eran aquellos taburetes comodísimos como divanes y, colocado encima de la chimenea que daba calor en los fríos inviernos, su diploma de Psicología.
10. FORMAS Y OFICIO
– Camarera, una cerveza.
Era la manera y costumbre entre la mayoría de los que llegaban, fueran clientes habituales o no.
– Hola, señorita, por favor, dos cervezas bien fresquitas, en jarras también frías. Y cuando puedas, gracias.
No me lo podía creer, con saludo, título, por favor y agradecimiento, todo incluido.
– Será el siguiente, y me salto a todos los que están antes que ustedes.
– No, por favor, también somos camareros, respeta los turnos de los pedidos y así todos contentos, aunque tú no lo estés del todo.
11. PROPINA
Con esa cara de pocos amigos solo conquistaba críticas, la de los clientes, nunca la de su jefe, que era tan agrío como él. Hoy me tocó lidiar con ellos, cuando al pedir la cuenta les puse un caramelo en la bandeja. Creí que al menos me darían las gracias, o soltarían una sonrisa. Me cobraron la golosina, incluido el impuesto, ya que según las normas de la casa no se podía consumir ningún producto de fuera.
12. JUBILADO
—Café larguito, vaso pequeño —pide el abuelo acodándose en la barra sin obtener respuesta.
»¡Con leche templada!
»Gracias. ¿No tiene sacarina?
»Gracias.
»¡Perdone, camarero!
»¡Chis, chis!
»Cuando pueda…
»No, no hay prisa, espero, espero.
»Quería también un chupito de «whisky» con una piedra.
»Uy, ¿no tiene vaso de sidra?
»¡Gracias, jefe!
Pero el irritante hombre no prueba nada. Sólo observa desengañado café y chupito; sin sentir ni un ápice del placer que parecían experimentar sus clientes cuando le pedían las cosas —de una en una— a él.
13. DE SUEÑOS, BURBUJAS, NOSTALGIAS Y OTRAS HIERBAS
Repaso fotos de antes y casi no me reconozco. Cambios de uniforme, canas nuevas, arruguillas…
Pero siempre tras la barra o entre las mesas, atenta a las peticiones de mis clientes.
Incontables cafés llenos de sueños por cumplir; rondas de chupitos de la casa para digerir los menús especiales para tantos grupos variopintos, que rebosaban el comedor de vida. Y aquellos brindis por los años felices que parecieran haberse esfumado dentro de burbujas doradas, rumbo hacia otra dimensión.
A veces me miro en la barra, mientras la ordeno y la preparo. Ella es la única que consigue entender. Mi vida.
14. LA FÁBRICA DE ESCOBAS.
La llegada de ese trasto a la cantina lo cambió todo. Hasta entonces, el Paco nos preguntaba por el abuelo. Mercedes, siempre atenta, relataba, uno a uno, todos los sucesos ocurridos a lo largo de la semana. Los del mus no perdían detalle del asunto crucial de su partida, pero mascaban un rutinario buenas tardes, entre “envido” y “lleva duples”.
Todo aquello se perdió.
Ahora la protagonista es ella. Siempre encendida, siempre el volumen a toda hostia. Que si noticias, que si deportes, que si la novela… Mercedes ya no se entera… Y a Paco ya no le importa.
15. VIERNES NOCHE
A través de las cristaleras del café la oscuridad es casi total, si acaso algún punto de luz lejano. Dentro, un silencio roto por el crepitar del fuego y también por el movimiento suave de la mopa que le imprime la camarera.
Piensa en su novio, que sabe que hoy no vendrá a buscarla. No tiene ni idea de lo que hace esos días. Unos pasos sobre la madera que cruje le erizan la espalda y se queda paralizada. Los crujidos avanzan hacia ella y se detienen detrás. Tiene un mal presentimiento.
Unas manos frías le tocan el cuello.
Grita.
16. A LA POSTRE, VENGANZA
Empezó a llorar muy despacio. Primero una lágrima que recorrió su mejilla hasta el borde de su mandíbula, donde se paró para luego saltar hacia el mantel.
Esa gota hizo un ruido sordo. El la oyó. Y a la vez, se abrieron de par en par las compuertas de los ojos de ella.
Desde la mesa, el hombre entregó la servilleta a la camarera.
Límpiate la cara, no saques las cosas de quicio que no es para tanto y tráeme el postre.
En la cocina, tras la puerta batiente, aderezó el arroz con leche con su saliva amarga.
17. LOS POSOS DEL CAFÉ
Cuando Tao heredó el restaurante familiar al borde de la quiebra, pensó que tendría que cerrarlo. Si algo sobraba en el barrio chino eran negocios como el suyo. Entonces apareció ella. Le dijo la verdad, que no tenía experiencia atendiendo mesas pero que se alegraría de contratarla. Y así ocurrió. En poco tiempo llegó el éxito. Los clientes acudían en tropel atraídos por las galletas de la suerte que servían junto a la cuenta, después del café. Sus papelitos siempre acertaban el futuro. Además, con la práctica, la vidente aprendió a ser una excelente camarera.
18. GAJES DEL OFICIO
Hora crítica, la cafetería llena de gente y ha fallado un camarero. La típica “cagaprisas” apremia a voces con insoportable tono de pija repelente: «Por favor, atiéndame. Un cortado descafeinado, en vaso, no en taza, leche semidesnatada tibia, nada de espuma, sacarina y unas gotitas de Bayleis, sólo si es esa marca».
Pili, la paciente camarera, lamenta su suerte. La pija insiste: «rápido, tengo prisa». En un instante le sirve el cortado con media sonrisa. Ha puesto leche entera y crema de whisky marca blanca. La tipeja protesta por la demora, pero lo saborea a sorbitos durante cincuenta largos minutos.
19. EL SALVAVIDAS
En una isla de merengue, como la que flota sobre las natillas que siempre pides de postre, podríamos perdernos. Deslizarnos por el caramelo líquido, y explorar paseando enlazados todos sus confines. Después, bañarnos desnudos en el mar amarillo, y secarnos a lametones. Solo hace falta que dejes de agarrarte a esa guinda, hundida, en la copa de helado que tu mujer ya casi ha acabado sin siquiera ofrecerte, y que llames al teléfono que desde hace semanas te dejo anotado en la parte trasera de la cuenta, que vendrás a pagar a la barra, mientras ella está en el baño.
20. Los tres mosqueteros
Braulio nunca le pide el carajillo, ella, al verle entrar, se lo prepara como le gusta, largo de orujo. Ni Paco su chato de rioja. Ni Tomás ese mosto que se toma desde lo del infarto. La mujer del camarero conoce bien a sus parroquianos, y ellos, aprecian sus generosas tapas, de las galletitas que ahora acompañan el café, y las flores que adornan las mesas desde que se ocupa del negocio. Todos disfrutan del cambio. A ella le sienta muy bien ser viuda, ya no se maquilla otra cosa que los labios. A ellos, haberlo hecho posible.
21. CYRANO
El hombre venía y se sentaba siempre en la misma mesa. Después, tras haberle servido un café solo, comenzaba a escribir durante horas. Sin embargo, hace un par de días, sus ojos empezaron a perderse en la ventana y acababa guardando los folios, sin manchas ni huellas. Ayer me atreví a preguntarle y, encogiéndose de hombros, me comentó que los personajes habían huido de él y con ellos sus historias. No pude evitar sonreír, puse un par de vasos entre nosotros, los llené y dije: “yo tengo algunos en mi cabeza”.
Hoy ya le estoy esperando, sentado en nuestra mesa.
23. MATARRATAS
Entra por las puertas batientes. Tres clientes, temerosos, le ceden espacio.
—Un whisky doble, preciosa —dice—. Ojo, he dicho whisky, no matarratas.
Marlene toca un timbre oculto. Entre las botellas asoma la punta de un rifle.
—Es el mejor que tenemos —susurra, llenándole el vaso.
El pistolero da un sorbo sin apartar la mirada del escote. Marlene aprovecha el momento y le parte la botella en la cabeza. Lo atonta, evita que desenfunde. Al caer, con un balazo entre los ojos, de sus alforjas salen volando por el aire cientos de billetes.
Los tres paisanos se disputan el botín.
24. CAFETEROS
Aunque al final bebían todos descafeinado de sobre con leche entera y se servían directamente del azucarero, a Eugenio, evocando viejos tiempos, le gustaba tomar la comanda: que si cortado para Manuel, tazón de merienda para Pilar, americano para Felipe, con hielo para Ester. Que si en taza o en vaso de cristal. Que si sacarina o azúcar moreno. Que si templado o caliente. Que si leche sin lactosa, desnatada o de avena.
Esto mantenía entretenidos a los ancianos después de comer —salvo cuando Eugenio se olvidaba o extraviaba el boli o la libreta—mientras hacían tiempo hasta la merienda.
25. LAS AMIGAS
Llegan puntuales como todos los jueves, pero hoy sus rostros muestran la tristeza de la pérdida. En cuanto las ve, Carmen prepara las bebidas y el bizcocho casero. Tras saludarlas va colocando los descafeinados, la menta poleo, la leche… hasta que se percata del té con limón que ha quedado huérfano. Lo siento, es la costumbre -se excusa-. No te preocupes, niña, dice Manoli, ponlo en su sitio, ella está con nosotras. ¿verdad, Tensina? pregunta a la silla vacía. Una pleamar invade las cinco miradas y Carmen siente que sobre su mano la bandeja ha empezado a temblar.
26. SIMÓN
Simón ayudaba a los técnicos de Unión Radio Madrid (EAJ-7) a colocar micrófonos, sillones y taburetes. Servía anises y aguardientes. Enseguida comenzaría en el Café Gijón el debate previo a las elecciones generales. Lerroux se jactaba de que su entendimiento con los partidos republicanos obtendría enorme éxito. Largo Caballero e Indalecio intercambiaban consignas. Niceto, tranquilo, sorbía su delicioso café. Gil Robles soñaba con el totalitarismo que impondría. Los de la CNT imprecaban a todos llamándolos canalla inmunda. Simón sonreía porque su mujer podría votar. En el Paseo Recoletos, en ese noviembre de 1933 los paseantes disfrutaban de un esperanzador sol.
27. LA COSTUMBRE
Tomás se sienta en la barra y murmura, con voz ronca: “un carajillo, por favor”. El camarero sigue limpiando vasos, impertérrito, sin siquiera dignarse a echarle una mirada. Tomás se aclara la garganta y repite la comanda un poco más alto, con idéntico resultado. Entonces llega otro cliente, se sienta en el taburete contiguo y pide una caña, que el camarero le sirve de inmediato. Tomás estampa el puño sobre el mostrador y vocifera, indignado, sin provocar reacción alguna. Resignado a quedarse sin su carajillo, sale del bar cabizbajo y arrastrando los pies, exactamente igual que cuando estaba vivo.
28. EXCUSAS
La moderna Penélope decidió esperar a Ulises en el bar. Mientras hacía y deshacía barquitos con servilletas de papel, charlaba con Andrés, el dueño, y tomaba tazas y tazas de café. “Para que mi marido me encuentre despierta cuando llegue”, decía, pero lo único que llegaba eran rumores de sus aventuras por esos mares de dios.
Ella siguió esperando en la barra. Él tardó veinte años en volver. Al reencontrarse, lloraron los dos. Ulises porque tenía remordimientos. Penélope porque…, bueno, ni ella sabía muy bien, pero dicen que desde entonces, el café es más amargo en el bar de Andrés.
29. Ikigai
Manuel entró con su acostumbrado andar lento. Ocupó la mesa de siempre y encontró a Ruben en la barra, se alegró tanto de verlo que lo abrazó, llevaba varios días sin aparecer. El hombre le habló de una enfermedad ya curada, pidió el menú y sacó una caja con un insecto disecado en su interior, era el momento de la lección: Manuel hizo una descripción precisa del animal, mientras Ruben asentía encantado.
Tras la comida el joven lo despidió agradecido, atravesó la calle y entró en su casa de la que no saldría hasta el día siguiente para comer.
30. El mensaje
Marta y Juan llegaron temprano al restaurante para organizar la terraza, encontraron algo escrito en el suelo y curiosos decidieron leerlo:
«Juan te ruego que no me espantes cuando estoy buscando comida bajo las mesas, me alimento de desechos sin molestar a nadie.
Marta, solo te pido que pongas un cuenco con agua en algún rincón, a nosotros también nos afecta la sequía.
Vuestro vecino, el gorrión».
Ambos se miraron y pasaron el resto de la jornada muy pensativos.
31. AMISTAD INQUEBRANTABLE
Esta noche Luís, el camarero, estaba preocupado.
Hacía días que no veía a Esperanza, la muchacha que cada tarde acudía al bar a tomar su café con tortitas mientras escribía cartas.
La frecuencia de sus visitas había promovido entre ellos una fuerte amistad y confianza.
Supo que escribía cartas a su abogado para que pidiese una orden de alejamiento de su ex, Manuel.
Inquieto, pidió permiso para ausentarse y se llevó la llave de la casa de Esperanza.
Allí comprobó que jamás regresaría.
Yacía en el salón sobre un charco de sangre, con la cabeza abierta.
32. DISCURSO DE DESPEDIDA
Nunca olvidaré todo lo compartido y vivido allí. Con el tiempo, definí mi profesión como la escuela de la vida y los oficios, sí, en un solo se concentran tantos… nueve ejercí. ¡A ver qué gremio lo puede superar!
Mañana cierra. Mañana, conmigo, también se va una época, una vida, una era. No me voy de vacío, no. El calor y el cariño de la gente, en mi corazón, siempre me acompañarán. Es su mayor bien, eterno, inmaterial. Si algo tengo claro, es que nadie puede conectar tanto las almas como lo hace la barra de un bar.
33. EL EFECTO MARTA
Desde que teletrabajo, me gusta bajar a la cafetería, instalarme en una mesa con el portátil y darle a las teclas ante un café y un bizcocho casero. Pero Fulgencio se jubiló y ahora me sirve el desayuno Marta, con sus ojos tiernos y su cálida sonrisa, con ese dulce cimbrear de caderas que hace a mis gráficos y tablas ondular y entrelazarse en la pantalla, convirtiendo mis informes en un caos. Uno de estos días, voy a simular la trayectoria de un cometa y, montado en su estela, huiré con Marta al espacio profundo del sistema operativo.
34. CENA PARA DOS
Los últimos comensales abandonan el restaurante. «Buenas noches», «gracias», «hasta la próxima»…, los despide Manuel con una sonrisa. Cierra la puerta y empieza a recoger las mesas. Un mundo de historias flota en el aire, alegrías, amores, despedidas… ¡Cuántos secretos guarda ese local!, piensa mientras ordena platos y cubiertos. Conecta el lavavajillas y vuelve a la sala. La llama de dos velas alumbra un pequeño rincón. Una cubitera con champán, servicio para dos… Nadie ocupa nunca ese lugar. Es su refugio. Su esperanza. Allí se sienta cada madrugada. Allí la aguarda. Ella prometió que volvería pero… ¿Por qué no regresa?
35. SALA DE REUNIONES
Aún en obras, ocasiona ruidos, golpes y músicas de gustos varios. Se llamará Almaloca, su dueña es joven, de pelo corto y rojo; no sé su nombre pero sí que viene de las islas afortunadas y que su piel está cariñosamente bronceada.
Inaugurará en un par de semanas.
Mis neuronas olfativas ya trabajan para recibir el aroma del café recién tostado que tomaré cada tarde; ya veo la sonrisa de bienvenida de esa camarera guanche también tostada.
Mi cabecita está guardando las conversaciones que tendré con algunos vecinos cercanos, que como yo, esperan impacientes la apertura del local.
36. CAFÉ CARGADO.
El camarero había observado todo desde el principio. No sé decidió a intervenir, pero adoptó una actitud cada vez más cortante. La calaña del individuo resultaba odiosa, al lado de aquella chica tan sumisa. Cuando, sin duda nerviosa derramó el cortado, tuvo que escuchar lo que no está escrito. Acongojada salió al lavabo. Ante su tardanza él fue a buscarla. Tras un grito desgarrador apareció el camarero . Allá estaba la chica, mirando, aterrorizada, la tatana en el suelo y al lado aquel guiñapo sangriento. La policía solo pudo constatar lo evidente, aquello no tenía ni pies ni cabeza.
37. Amores de barra
Ayer entró en el bar muy temprano. Bella a pesar de las ojeras que ocultaba bajo las gafas, me saludó con su habitual gesto preocupado. Apoyada en el taburete y mientras hacía otra llamada inútil por el móvil, pidió un descafeinado, y no me miró hasta que pasé un paño secante por la barra que, nuevamente, había anegado con su llanto. Hubiera querido decirle que sueño cada noche con ser el padre de esa criatura que empieza a estrechar su vestido y que, obstinada, apenas le permite abrocharse los botones del abrigo. Pero me faltó valor y, ahora, es tarde.
38. CORAZONES
Mariela es toda corazón. La pasión por su profesión hace que lo vaya dejando en cada servicio al cliente. Así, el café solo nunca lo es del todo. De tanto repartirlo, allí donde antes latía ese órgano vital hay un enorme hueco rodeado de arterias buscando su sitio, a ella se la ve pálida, decaída…Rubén, el cocinero, apasionado de la cardiología, adereza cada plato que la sirve con una parte del suyo y Mariela ha recuperado el color. Sirve cafés y menús con alegría, pero sin aderezo alguno, pues la nueva víscera que late en su interior, ya tiene dueño.
39. DE TUESTE NATURAL.
Imelda abrió el local y, en cuanto enchufó la cafetera aparecieron los parroquianos. El párroco del pueblo fue de los primeros. Como siempre con su aburrida monserga. Aquella especie de parábola entre el aroma del café y la gracia de Dios, que parecía vislumbrar en el bamboleante caminar de la camarera. Imelda desoyó sus requiebros, disfrazados de pasión evangélica, mientras se le iban los ojos tras la huidiza mirada de Abdul que, acodado al final de la Barra saboreaba con estudiada delectación un capuccino. Tras apurarlo se relamió los labios. Imelda los sintió en su boca.
40. MUTACIONES
La bruja es tan buena persona que no sabe decir no y la buscamos cuando necesitamos dinero. El director del banco solo con verte sabe si te has quedado en paro y ya puedes olvidarte del préstamo. El alcalde suele confundir el nombre del pueblo cuando le entrevista la prensa, el maestro odia a los niños, el taxista siempre se pierde y al psicólogo le gusta contarte sus problemas. El camarero de El Café es el que lo sabe todo. A todos nos gustan sus platos.
41. Thriller en la 14
Ella aprieta la servilleta entre los puños. Él podría romper la copa de vino entre los dedos. La mesa 14 es un agujero negro que se traga hasta la música de fondo. Pongo cara de póker y de una tacada retiro los entrantes. Entonces reanudan la bronca y pierden el apetito. Los restos de pato y jabalí del principal asustan al retirarlos: han vuelto a morir desmembrados en los platos. No quieren postre. La cuenta es muy elevada, como sus voces exigiéndola a dúo. Avanzo inseguro hacia la 14 preguntándome quién de los tres será la siguiente víctima.
42. BRUNCH
Ni hicieron muchos cambios ni costó demasiado dinero, pero el resultado mereció la pena. Poner plantas naturales, luces indirectas, estores color marfil para no ver los contenedores de la acera, manteles de vinilo y delantales para Florencio y Josefa de tela vaquera. Y luego comprar tazones, copas, cubiertos y platos. Todo de Ikea.
Lo que les hizo derramar alguna lagrimita fue cambiar el cartel: de «Bar Floren» a «Chez Florence». Y lo que más fácil les resultó, triplicar los precios del chocolate con churros, la tortilla y los buñuelos, que ahora sirven exclusivamente a quienes vienen con reserva.
43. DEMORAS
Era nuestra primera cita y llegué con una hora de retraso. Kathy, espléndida, ya estaba sentada en el restaurante. No pareció molesta ni ofendida. Le presenté mil excusas, a cual más burda e increíble, que ella escuchó sin perder la sonrisa. Me flagelé pidiendo los platos más caros y los mejores vinos, ante el beneplácito del camarero, sin dejar de disculparme por el retraso. Ya en los postres, Kathy me dijo:
–No insistas más, Carlos, no te preocupes, no tiene importancia. El amigo que nos presentó ayer te diría que cobro por horas.
44. Cosas amargas
Laura pidió un café solo, sin azúcar, que pagó y se llevó a una de las mesas. En su breve paseo hasta tomar asiento, su grácil figura fue absorbiendo miradas. Damián, el camarero que le acababa de atender, evitó seguir observándola. La había reconocido en la barra y prefería pensar que no había sido así al revés. Y se preguntó qué habría sido de ella mientras él y sus amigos estaban en el correccional.
Aunque habían pasado muchos años, el recuerdo que Laura conservaba de él era mucho más amargo que el café que se estaba tomando.
45. CONSULTE TAMBIÉN NUESTRO MENÚ
Manuel, una vez, tuvo el paso precipitado, pero conoció a Manuela y ella le contagió su sosiego. Unidas sus voluntades, decidieron poner un bar de tapas en la cuesta de Los Remedios y todos los días, de nueve a dos, sirven botellines de futuro a jóvenes sin horizonte, limonada con atención para niños invisibles, paciencia en taza caliente para viejos castigados sin recuerdos y para parejas al borde del arrepentimiento otra oportunidad y una jarra de cerveza. Además, los fines de semana, invitan a un chupito de esperanza a mujeres que, atrapadas, posan su mirada implorante sobre la máquina tragaperras.
46. LEYENDA
En el bar Sansón servían el café más fuerte del mundo. Cuentan que, un día, Luis el Huesos entró y, cual John Wayne en “Centauros del desierto”, pidió un café solo. Todos volvieron sus rostros. El gendarme llamó al 112, el cura corrió para proveerse de aceite para la extremaunción. Luis se tomó el café deleitándose a cada sorbo y salió del bar. Jamás se le volvió a ver. Algunos dicen que, entre las montañas, creen haber visto a un ser con los ojos exudando sangre y un rictus de amargura deambulando entre la soledad de la noche.
47. UNA VOCACIÓN TARDÍA
Lo suyo fue una vocación tardía. Lo descubrió después de vivir varios años entre aeropuertos: mucho dinero, pero demasiado estrés. Y un infarto que casi lo mata.
Ahora se dedica a escuchar las cuitas de sus parroquianos mientras seca los vasos o saca brillo al mármol de la barra. Siempre atento a sus palabras.
Después, cuando baja la persiana, saca el cuaderno que guarda entre los licores y vuelca en él sus confidencias. Y mientras los feligreses se convierten en personajes se van incorporando a la trama de su novela.
Sí, la escritura, a veces, es una vocación tardía.
48. DULZURAS
Como cada tarde, ella atraviesa la puerta justo cuando el sol ilumina su rincón favorito, se sienta y levanta la mirada. Roberto ya le está preparando un café con leche. La mira de reojo y comprueba que trae el moño algo torcido y que tamborilea con los dedos sobre la mesa. Es indudable que hoy necesitará otro sobrecito de azúcar o una galletita de canela para lograr la propina de su sonrisa.
49.CAFÉ CON PRISA
Recién había estrenado Germán su chaquetilla de camarero, cuando un bullicioso grupo de mujeres irrumpió en la cafetería. Eran nueve. Una pidió un café solo; cinco, café con leche, y las tres restantes prefirieron descafeinado con leche.
“Mozo, llevamos prisa”, gritó una de ellas cuando apenas Germán llegaba a la barra dispuesto a preparar los cafés.
Primero puso en la bandeja la taza con el café solo. Luego preparó ocho cafés con leche iguales y cruzó la cucharilla en el asa de tres tazas.
“Los de la cucharilla cruzada son descafeinados”, advirtió ufano Germán al servirlos.
50. «REWIND». OJALÁ
La camarera sirve dos cafés con un guiño: ha dibujado un corazón de espuma en cada taza; os reís como dos tontos hasta que te despides para coger el tren.
Te vistes con ese conjunto que tanto le gusta y vas a la cafetería donde te espera tu novio antes de que vayas a clase; lo ves allí, admirándote, mientras atraviesas la sala entre un remolino de desayunos, aroma de tostadas y zumos de naranja.
El zumbido del despertador con el que te levantas cada mañana hoy sí que sonará inapelable, hoy, jueves, 11 de marzo de 2004.
Buzzzzz… Buzzzzz…
51. EL DRAMATURGO
Rosa entiende muy bien a los transportistas que apuran un “carajillo” para comenzar la mañana y a los empleados que disfrutan su breve descanso con una tostada. A quien no comprende es a ese joven que pasa horas en el bar con un café, una libreta y un bolígrafo. ¿Cómo puedes escribir con tanto bullicio? Le pregunta un día. Este ambiente me sirve de inspiración, necesito que mis personajes vistan de poesía, pero también que se les vean la sangre y los huesos -responde-. Como a ti, piensa Rosa, y le sirve un pincho de tortilla que no piensa cobrarle.