20. La preciada armonía
Al principio fue la nada; de la nada, el verbo; del verbo, el eco de un silencioso sonido que generó una gran explosión. Quizás fuera una palabra: amén.
Al principio fue la nada, luego el caos y después el orden.
La evolución y la involución de la creación: la transformación.
Tras la gran explosión llegó un desorden ordenado, una naturaleza con su perfecta geometría sagrada que se comunica, que vibra y que siente.
Al principio fue la nada, luego las ondas vibratorias se convirtieron en energía y de esos barros estos lodos.
Tras la nada llegó el hombre, el caos, la mujer, el orden… la ambigüedad, la razón y la sinrazón, la generosidad y la avaricia: la dualidad.
Antes del fin llegará de nuevo el orden tras el caos y a lo lejos un sonido, una voz quizás… otra gran explosión, una nueva realidad, diferentes dioses, distintas creencias. Un sonido estruendoso, quizás la frágil vibración de una palabra susurrada que se expande por el infinito universo sin nada contra que chocar para que el eco pudiera devolver un par de sílabas: Amen.
En ese momento, oscura lucidez, el ser humano descubrirá la preciada armonía, el orden natural de las cosas.
Jose María Escudero Ramos
www.escuderoramos.com
Para que exista la calma tal vez sea necesario que antes haya habido una tormenta. Parece que este pueda ser el orden natural de las cosas, un gran plan a largo plazo. Es posible que las criaturas caóticas que en un instante de ese lapso de tiempo evolucionaron y se hicieron preguntas, dentro de su propio desbarajuste, lo superen hasta alcanzar una armonía con el todo al que pertenecen. Entre los seres vivos que conocemos el único capaz de llegar a ello puede ser el ser humano. En consonancia con el espíritu de tu relato, y el significado de la palabra «amén», que así sea, si ha de ser.
Un saludo y suerte, José María
José María, el mundo, y también nuestras propias vidas minúsculas, sin una sucesión de caos y orden. Quizás sea ese su estado natural.
Un abrazo y suerte.