209. EL BOSQUE VERDE, de Álamo
Día tras día, noche tras noche, se soñaba en el bosque, el bosque verde.
Por su ventana, a lo lejos, veía el bosque, el bosque verde. Lo veía desde su cama. Soñaba con brumas y estrechos ríos, con un solitario rayo de sol atravesando las tupidas ramas de árboles centenarios que susurraban su nombre. Sentía su paz y oía su llamada. Sabía que entrar en el bosque significaba detener el tiempo, apearse del mundo loco y ruidoso para disfrutar del rumor de las hojas, del canto de las aves, del sonido del agua fluyendo.
Por la noche también se soñaba en el bosque. Un bosque de otro color verde, diferente, pero igual de hermoso. Admiraba la luna, que con sus tenues lazos blancos rompía la oscuridad haciendo nacer un mágico reino de sombras, mudos habitantes de un paraje irreal en el que soñarse a sí misma, en paz, estaba permitido.
Un día, hace algunos años, se puso en pie, miró por la ventana, suspiró y se marchó caminando hacia el bosque. “Abuela, ¿a dónde vas?”, le dije. No contestó. No hacía falta. Yo conocía la respuesta. Ahora su hogar está en el bosque. Allí, en el bosque verde.
realmente muy buenooooooooooooo