236. EL COLOR DE LA VIDA, de Sirope
Se acostumbró a vivir al tacto, descubriendo todas las situaciones apurando silencios y sonidos, distinguiendo semblantes escudriñando aromas. Se adueño del espacio adelgazando el aire que envolvía su cuerpo. Fue aprendiendo a vivir sin perros ni bastones, con su sexto sentido clavado en los cuatro sentidos que exprimía.
Sólo una pena. Una. ¿Cómo se sienten los colores?
Ninguna explicación, ningún ejemplo, sólo una bruma que nunca averiguaba si se correspondía con el blanco o con el negro.
Ella llegó aquel día con su brillante idea.
-¡Al menos, conocerás el verde!
No acarició ninguna expectativa, pero cuando pisó aquel bosque, el olor era intenso ¿sería verde?, el suelo abrazaba sus pasos y el aire susurraba la melodía que dirigía el baile de ramas y de hojas.
Cuando tuvo en sus manos aquella hojita delicada, con los nervios tallados, con gotas de rocío temblorosas, con aromas a fresco y a profundo, tan pequeña y tan llena, tan completa … lo supo.
¡ Había vivido el verde!