27. Difícil pero no imposible (Aurora Rapún Mombiela)
Desde que la vio supo que era la mujer de sus sueños y se dispuso a cortejarla. Empezó con discreción. Se detuvo frente a ella y le ofreció la mano en señal de amistad. Ni siquiera obtuvo el mínimo movimiento en respuesta. Preparó con esmero un servicio de té digno de la mismísima reina de Inglaterra, pero ella se mantuvo impertérrita. Compró un caniche diminuto y le cedió la correa convencido de que esta vez conseguiría derretir su corazón de hielo. Ella no la soltó pero mantuvo la rigidez de su rostro.
El día en que se asomó a aquel escaparate gigante y vio el coche que funcionaba haciendo girar una llave, supo que por fin, había encontrado la solución para hacerla reaccionar.
Después de varias horas colocando el mecanismo, mi hijo por fin, consiguió que la Barbie Malibú lo siguiera a pasitos cortos por toda la habitación.
Este muchacho tiene ingenio y, sobre todo, perseverancia, aunque quizá también un poco de vocación de doctor Frankenstein, pero se lo perdonamos Tras vanos intentos, sin ceder nunca al desaliento, logra su objetivo: hacer que lo que parece un objeto inerte adquiera vida y sea capaz de seguir sus pasos. Su proceder es la prueba palpable de que el amor no tiene límites ni barreras.
Un abrazo y suerte, Aurora
Muchas gracias, Ángel. Tus comentarios siempre son de agradecer. ¡Exactamente! El amor no tiene límites…y más en la imaginación de un niño que es libre. Un fuerte abrazo.
Hola, Aurora. Un relato muy bien montado y perfectamente rematado con tan sorprendente final. Coincido con los comentarios que anteceden a éste en que el amor no conoce límites, pero en este caso la «muñeca» reacciona más por interés que por enamoramiento y eso no tiene nada de romántico. Ese niño tendrá que aprender que el AMOR (con mayúsculas) no puede ser interesado.
Un cálido saludo y mucha suerte.
¡Y que lo digas! A lo mejor si la hubiera abrazado y mimado, la Barbie hubiera reaccionado sin cuerda, quién sabe…Gracias por tus palabras. Un abrazo.
Aurora, el que la sigue la consigue y por lo visto un deportivo siempre funciona.
Buen relato, Aurora.
Besos apretados.
Muchas gracias por tu comentario, Pilar. Los niños son capaces de todo para conseguir lo que quieren. Este ha sabido cambiar el mecanismo de un deportivo a una muñeca…Esperemos que en la vida real sea como mínimo, un pelín más sensible…Un fuerte abrazo.