Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

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28. El vendedor (Susana Revuelta)

No había domingo que no vendiese alguno de aquellos trastos que se amontonaban en su tenderete. Todo tipo de cachivaches exhibía, a cual más oxidado, deslucido, inservible o roto.

—Esta escoba sobrevivió a una quema de brujas —afirmaba el melenudo sin temblarle la voz—. Y esta alfombra voladora, recién llegada de Oriente, todavía podría recorrer distancias cortas, pongamos que de aquí allí —decía mirando el muro del cementerio. Y ya estaban dos viejecillas sacándose del bolso el monedero.

Luego mostraba una varita mágica y una lámpara maravillosa, ¡menuda imaginación! El tío todo el rato enseñando cacharros inútiles e improvisando. Yo hasta la hora de comer no tenía nada que hacer, así que me quedaba por allí, disimulando una sonrisa cada vez que algún incauto compraba alguna cosa.

Aquella mañana se fijó en mí, y señalando con un dedo mi calva, cogió un tarro transparente con un potingue dentro y dijo que era un crecepelo muy bueno. Me quedé perplejo cuando me dijo el precio, pero me fui a casa superfeliz, deseando probarlo frente al espejo.

(Fuera de concurso)

 

2 Responses

  1. Ángel Saiz Mora

    No hay mejor vendedor que el que sabe crear ilusiones, aunque se basen en fundamentos falsos, y, sobre todo, dar a cada cliente, de forma personalizada, lo que más anhela. Los buhoneros (mi madre les llamaba charlatanes) sabían hacer su trabajo, tanto, que nos quedamos con ganas de saber qué le sucedió a tu personaje con el supuesto crecepelo, si fue realmente efectivo o se trataba de un artificio unido a la estafa, para sacar el dinero a la gente.
    Buen relato el de este profesional del asombro.
    Un abrazo, Susana

  2. Hay que tener labia para vender cacharros oxidados, inservibles, deslucidos o rotos y está claro que al vendedor le sobra… y está claro también que para hacerlo apela a las carencias de los incautos compradores, incluidas las del pelado, que por muy sagaz que se creyese compró rapidísimo el «verso» del crecepelo… (su desilusión frente al espejo debe haber sido tremenda…).

    Muy bueno, Susana, me encantó…

    Cariños,
    Mariángeles

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