28. LÁGRIMAS DE LIBERTAD (José Ángel Gozalo)
Las luces del coche desplazándose a gran velocidad rompían la profunda oscuridad que lo engullía todo a su alrededor.
A su izquierda, las olas de un mar que no podía ver, pero si percibir el aroma de su brisa en el viento, rompían furiosas contra las rocas. Así como su cuerpo frágil, había encajado durante largo tiempo golpes todavía más furiosos, golpes de los que marcan la piel y dejan cicatrices imborrables en el corazón.
Su único pecado: no ser la tierra fértil esperada donde pudiera germinar su semilla.
En la radio, por encima del ruido de los golpes y las súplicas procedentes del maletero, suena a todo volumen la canción “No controles” de Ole Ole. No pude ser casualidad.
Se suelta la cinta del pelo dejando que el viento se lo alborote y se lleve consigo sus lágrimas, pero esta vez no le saben a desdicha, sino a libertad. Aprieta a fondo el acelerador arriesgándose a salirse en cada curva.
En el retrovisor, se van quedando atrás los años oscuros conviviendo siempre con el miedo.
Localiza el lugar deseado, al borde mismo de un acantilado y detiene el coche.
Un pequeño impulso, y su vida empieza de nuevo.
Una mujer maltratada, solo por no haber podido dejar descendencia al impresentable con el que tuvo la mala fortuna de unirse, harta de opresión y, sobre todo, de un control constante, conduce hacia su libertad, para lo que deberá primero deshacerse del lastre que se la negaba.
De víctima a verdugo con lágrimas de acompañamiento, antes y después, que tendrían una composición y aspecto muy similares, pero unas y otras están aderezadas por sentires distintos, que van del sufrimiento al alivio.
Un abrazo y suerte, José Ángel