41. La estadística
Subía y bajaba las siete plantas por las escaleras para evitar el ascensor. No comía nada crudo. Caminaba con el gas pimienta en la mano. No saludaba a extraños. Le huía a las aglomeraciones, las horas pico y los lugares populares. No utilizaba redes sociales ni traía a nadie a casa. Desconfiaba de inmigrantes y de las bondades de las vacunas. Solo tomaba agua hervida por ella misma. No consumía carnes procesadas (por los químicos), pollo (por las hormonas), ni pescado (por el mercurio). Mantenía cerradas las cortinas para evitar los peligrosos rayos UV. No cohabitaba con nada vivo.
Solo pasó por alto el asbesto de su inmaculado piso de vinilo.
Dw poco sirve tratar de evitar los peligros que conducen a una evidencia irrefutable: un día dejaremos de estar presentes, al menos en el mundo que conocemos. Dd las estadísticas no se libra nadie, aunque evitemos unas, también estamos en otras que no podemos controlar. Puede no usarse el ascensor para evitar accidentes, y tener un accidente en la escalera.
Un relato para la reflexión sobre lo inevitable.
Un abrazo y suerte, Toti
Así es… hacer o dejar de hacer nunca es garantía de nada. Y el miedo es mal consejero.
Un gran abrazo, Ángel.
Siempre hay algún peligro por mucho que nos pongamos en guardia. La ecuación es vivir o estar a salvo. Saludos y suerte.
Gracias por tu comentario, Antonio. La vida es así de impredecible. No importa cuántas previsiones, nunca serán suficientes. Así que pa’ qué privarse.
Un abrazo y suerte para ti también.
Estamos rodeados de contaminantes, riesgos e individuos potencialmente peligrosos. Aunque vivir como esta mujer resulta un sin vivir. Obsesiva y desconfiada, mezcla las “churras con las merinas”. Todos estamos condenados a morir, muchas veces cuando menos te lo esperas. Esta mujer necesitaba un poquito de filosofía zen.
¡Totalmente! jajajajaja…
Mil gracias por tu comentario tan acertado, Rosa,
Un gran abrazo.
Pues la prudencia y de vida sana viene bien, pero no hay que tomarse la vida tan serio, al final no salimos vivos de ella… Tu protagonista no disfrutó de los placeres de la vida, qué lástima, y al final su casa no resultó tan segura como ella pensaba.
Un abrazo y suerte.
La pobre toc… Me da risa tu «al final no salimos vivos de ella», Rosalía, ¡nunca mejor dicho!
Un abrazo de vuelta y mucha suerte.
Quien piense que tiene todo bajo control está muy equivocado. Hay que disfrutar la vida, que al fin y al cabo todos vamos a acabar igual…
Saludos y suerte.
Hola Ana, gracias por tu comentario.
La verdad es que si a ver vamos, tanto hacer cosas como no hacerlas tiene algún riesgo.
Te mando un abrazo y suerte.
Somos un peligro por nosotros mismos. Y las escaleras, también. Entre nada y todo de lo que preocuparse estará la medida. O no. Abrazotes y suerte, Toti.