291. CIENSAYOS, de ElCiensayos
Ludovico Fresas sintió que se aproximaba su hora. No había que discurrir: Ciento tres años, aunque sin apenas achaques, ayudan a advertirlo.
Echó a caminar para extraviarse en El Luco del Ábrego, cuya espesura nadie en la aldea conocía. Siete horas errático y supo que ya no volvería. En esas cábalas estaba, cuando junto a La Olma más antigua vio de súbito por vez primera al Ente Alígero, El Ciensayos.
Así que, existía. El Pájaro le miró. Asustaba, era el triple que un pavo real. Extendió sus impenetrables alas gigantes forradísimas de terciopelo, liquen y seda, y la espesura se tornó más negra. Pió algo insólito y definitivo. Ludovico se acercó obediente internándose en la tercera capa interior de su frondosa pelambre. El Pájaro, cerró sus alas, emitiendo éstas, iridiscencias señeras iluminando místicas el sancta sanctorum del bosque virginal. Pesadamente alzó el vuelo en lo fosco. Oculto y Feliz, Ludovico Fresas, El Último Guardabosques, iba para siempre con El Ciensayos a otro Luco más numinoso…