30. MACROFICCIÓN (Sara Lew)
Primero fue un grito prolongado emitido desde las entrañas, luego vinieron los vómitos y náuseas sucedidos por un largo lamento entre estertores. Acurrucada en un rincón del laboratorio, reconoció al gigantesco monstruo que acababa de succionar a su padre y que ahora iba a por ella: ocho patas que no paraban de moverse y unas fauces tan repulsivas como aterradoras.
Recordó con nostalgia aquel verano del 85 en Benidorm, cuando tenía cinco años. Apenas puso un pie en la habitación del hotel comenzó a estornudar. Su padre llamó a recepción para que se llevaran enseguida las almohadas de plumas mientras ella no dejaba de preguntar: “¿por qué me pasa esto?”. Al día siguiente, después de un maravilloso día de playa, fueron juntos a comprar su primer microscopio.
Si algo hemos comprobado y padecido en los últimos tiempos es el poder de lo microscópico, como algo diminuto, presente en la naturaleza, puede poner en jaque a la especie más evolucionada que se conoce.
Las partículas nocivas que amargan a tu protagonista con una alergia, pueden ser el más horripilante de los monstruos si aumentan de tamaño, como has imaginado en esta historia.
Un abrazo y suerte, Sara
Gracias por comentar. Espero que nunca tengamos que enfrentarnos de cerca con esas criaturas aumentadas de tamaño. Quién sabe a lo que puede llegar la ciencia…
Un saludo.
Muy original el punto de vista de tu historia.
Suerte y saludos
¡Gracias! La verdad es que estamos rodeados de monstruos que no vemos. Millones de ellos. El qué pasaría siempre me ha aterrado.