31. Forastera (Alvaro Abad)
Apareció resplandeciente en medio de la calle una tibia mañana y los lugareños no daban crédito. El cabello tan rubio y un escultural y blanquecino cuerpo totalmente desnudo provocaron que a la hora del pan más de diez hombres y otras tantas mujeres la rodearan sin dejar de mirarla y de hacer cábalas. Aquello no tenía ninguna explicación a su alcance.
Una vecina llegó para cubrir con una manta a la desconocida, lo que ocasionó que varios de los hombres perdieran el interés. Aunque seguía sin tener respuesta a la estrambótica situación, el grupo femenino había decidido que en la calle no la podían dejar. Pidieron voluntarios para acoger a la enigmática huésped y de entre los hombres levantaron las manos dos solterones y el cura, pero no fueron aceptados. Y, aunque se ofrecieron más anfitriones, finalmente, previendo e inventando problemas por acoger a la extraña, todos fueron abandonando el lugar.
Durante días permaneció la joven bajo la manta mientras el vecindario, otra vez, se dividía entre opiniones dispares.
Una noche alguien recogió a la solitaria aparecida y condujo hasta el siguiente pueblo. En una retirada calle, y a pesar de la extraña melancolía que reflejaba su rostro, la abandonó.
Tu relato me ha sugerido muchas cosas, Álvaro. Como una situación puede atraer la curiosidad malsana de la gente pero luego, nadie se compromete a ayudar. Esa idea de alguien que busca cobijo y es rechazado en todas partes. No sé si incluso sacarle punta a la mención al cura. Muy bien trenzado, suerte.
Hola Luis. Gracias por tu lectura y comentario. Efectivamente, he querido, con mayor o menor acierto, reflejar la falta de compromiso y de solidaridad, así como nuestra tradicional afición a crear bandos que en nada ayudan a resolver problemas.
Gracias de nuevo, y suerte a tí también.
Hola Alvaro. Tu relato está muy bien, me ha tenido intrigado durante toda la lectura. La estrambótica situación que has planteado genera la necesidad de avanzar para saber y mantiene el interés hasta el final, eso me ha gustado. Por contra, no sería sincero si no te confesara que ese final me ha dejado frío, pero es una cuestión particular, en esto, como en todo, habrá variedad de criterios.
Te deseo suerte y te mando un cálido saludo.
Hola Barceló Martínez. Con el seco final del relato he querido reflejar cómo nos quitamos los problemas de encima ante la incapacidad de solucionarlos. En este caso, además, el problema se lo «cuelan» a los del pueblo de al lado.
Saludos de vuelta, y mucha suerte.
y eso que era hermosa… pero lo desconocido, lo diferente da miedo… buen texto que pone el dedo en la llaga.¡suerte!
Los miedos, los propios o los adquiridos por imitación, que son los que peor manejamos, nos acompañan siempre en las decisiones erroneas.
Graicas Veranay, suerte a tí también.
Hola, Barceló.
Un micro con cierta dosis de intriga. Por qué, me pregunto. Se ve que a estos paisanos no les gustan las forasteras. O creen que lo hermoso puede no ser tan bueno como desean…
Un abrazo y suertísima.
Hola Towanda. Me llamás Barceló y me resulta todo un honor…
La forastera no deja de ser un incidente no previsto que nuestra inseguridad acaba por convertir en problema inexistente.
Gracias por tu lectura y mucha suerte a tí también.
Un relato muy interesante que nos muestra cómo el ser humano es capaz de perder oportunidades, quizá maravillosas, por el miedo a lo diferente y al cambio. ¿Quién sabe qué habría podido aportar esta mujer misteriosa al pueblo?
Besos y suerte.
Gracias Ana, un comentaro muy acertado.
Mucha suerte de vuelta.
Me has traído a la memoria al maestro Berlanga: tu relato podría haberse convertido en una de sus magníficas películas. Habría retratado a esa sociedad poco comprometida. Muy buena apuesta.
Suerte y abrazo.
Hola Anna. Tu comparación me ha alegrado el día. Celebro que te haya gustado el relato. Muchas gracias y abrazos recíprocos.