4. Croquetas de limón
Siempre había detestado cocinar pero, tras la boda, lo asumió como un deber. Muy pronto empezaron a quedarse las cenas frías y Remedios, adalid de las limonadas, después de maquillarlas, fotografiarlas y colgarlas en las redes sociales, las repartía entre sus mascotas.
El día que murió el último gato no se desanimó, y decidió fomentar el veganismo nocturno. Con su espíritu de reciclaje intacto, exploró ingredientes atractivos para inventar nuevas recetas. Descubrió que con cualquier hierbajo y dientes de león podía fingir preciosas ensaladas, perpetrar trampantojos de porrusaldas con las hojas caídas del parque o aparentar bizcochos de plátano con serrín y mostaza. Ya no existía la necesidad de que, además, fueran comestibles.
Todo ello impulsó rápidamente y a bajo coste su éxito como influencer y dio alas a sus planes para huir de los fogones. Cuando, hasta en China, se puso de moda cenar sus bolitas de cítricos con pipas de girasol (vistosos y originales trozos de gomaespuma rebozada en arena gruesa), consiguió culminar su sueño.
Como último gesto de responsabilidad conyugal compró un robot de cocina y lo dejó sobre el lecho antes de largarse para siempre. Estaba convencida de que su marido tampoco notaría la diferencia.
Ese marido que no notaba la diferencia merecía lo que al final tuvo: la mayor de las indiferencias aunque, eso sí, con el rasgo de humanidad de recibir un robot de cocina como despedida. Debía sobrevivir para darse cuenta de lo que había perdido por su mala cabeza, una mujer bien interesante y creativa, una protagonista que invita a reflexionar sobre un mundo en el que las apariencias y la imagen lo son todo.
Un abrazo y suerte, Eva
Siempre tan agudo, Ángel. Este mundo de apariencias e indiferencias… Un abrazo fuerte y muchas gracias.
Me gusta ese final con el robot de cocina, el relato es muy visual y casi se perciben olores. Muy buen trabajo Eva, enhorabuena y suerte.
Gracias Pablo. No sabría decirte yo a qué huele ¿a hojas caídas? 😉 Un beso.
¡Creatividad al poder! A la tuya, me refiero. 🙂
A la de todos Edita. Gracias. Un abrazo.
Así me gusta, ese marido no se la merece. Me gusta el tono y la manera de empoderarla poco a poco «con nada» y el final, estupendo. Un beso.
Muchas gracias Maite, me alegra que te guste. Un beso.
Cómo duele saber que en este mundo lo que triunfa son las apariencias, a nadie le importa la realidad de la protagonista ni su vida llena de indiferencia.
Bravo por ese abandono cuando le crecen las alas. Demasiado generosa fue al dejarle el robot…
A mí tu relato me huele a cítricos y a lágrimas amargas.
¡Enhorabuena, Eva! Te deseo muchísima suerte.
Besos muy apretados.
Gracias Pilar, a veces el sentido de la responsabilidad está inculcado a fuego, de ahí vienen muchos problemas… Un beso enorme campeona.