41. La parada (Susana Revuelta)
Conocía esa luz. Había escapado otras veces de ella y sabía lo difícil que era no dejarse seducir por su destello hipnótico, cálido, neblinoso.
La primera vez, cuando aquellas fiebres, estuvo una semana deslumbrado, pero su madre sujetó firmemente su mano, día y noche, impidiendo que se lo arrebatara; durante la guerra, cuando una granada le arrancó un brazo y un torniquete hecho a tiempo rompió el hechizo del resplandor; y ya jubilado, y manco, cuando salvó a dos niños de la resaca que los arrastraba mar adentro. Flotaba ingrávido en la llama cegadora, medio ahogado, cuando una ola lo devolvió a la orilla.
—Voy al baño, no tardo. —Su hijo no respondió, ni quitó la vista del surtidor, mientras echaba gasolina. Al volante su nuera, Marisa, sonreía al retrovisor y se humedecía con la lengua los labios. Antes de entrar al lavabo, se giró al oír un chirrido de ruedas y vio la polvareda que levantaba el coche al alejarse.
Entonces sintió un desgarro en el costado izquierdo y notó una tristeza inmensa derramándosele por el pecho, como él por el suelo, y sin oponer resistencia se entregó a la luz que refulgía, esta vez, en todo su esplendor.
About Post Author
La historia de un hombre con una vida difícil, que vio la muerte de cerca en varias ocasiones, pero cada persona tiene su momento, una última parada, a menudo cuando menos se espera, a veces de la forma más dolorosa, acompañada de una tristeza inmensa si, como es el caso de tu protagonista, va unida al desapego de sus seres queridos. Nada hay más triste que la historia de un anciano abandonado en una gasolinera. Esa luz puede que amague y se la pueda burlar varias veces, pero siempre acaba venciendo, como un imán del que es imposible desasirse.
Un abrazo y suerte, Susana
Gran relato, Susana. Emotivo y duro; su significado perdura después de leerlo. El protagonista sobrevive a muchas vicisitudes letales, pero sucumbe a un desamor que actúa a traición. Sin energía interior es imposible luchar contra esa luz. Enhorabuena.
Un abrazo y mucha suerte.
Precioso relato a la vez que triste. Me encantan tus descripciones porque te permiten meterte en esa, «su realidad», como si fueras el protagonista.
Será que todos sabemos que esa luz está siempre ahí, acompañándonos y acechándonos.
Un abrazo de octubre.
¡ Qué angustia!
Suerte
Sonrisas mil