429. EL DUENDE DE LA RIBERA, de La Liebre
Cierta tarde, paseando por la orilla del mar, cuando estuve veraneando en San Vicente de la Barquera, me sorprendió y, no debo ocultar que me asustó bastante, una voz que me reclamaba desde uno de los bosques cercanos y al comprender que iban dirigidos a mí: me paré en seco. ¡Sácame de aquí…, que no te de miedo…!. Decía en tono de súplica… Me hicieron retroceder unos pasos y tomar medidas precautorias. No encontraba significado posible a tal acontecimiento. No encontrando otra alternativa posible, la sangre se te hiela y cavilas socarronamente la forma de enfocar las situaciones difíciles. Es increíble la rapidez de actuación del cerebro humano, ante los momentos que considera peligrosos. Ante el riesgo inminente y desconocido, la inteligencia se agudiza. Dominas mejor tu voluntad y la pones al servicio se tu raciocinio. Claro, te vuelves más conservador y precavido. Los movimientos son instantáneos y dictados directamente por tu cerebro sobre todo el organismo. No encontraba explicación posible, que no fuese: la de algún leñador, que habría sufrido un accidente, me acerqué para ayudarle y lo que observé tumbado en el suelo bajo una rama; era un duende.