Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

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99. La belleza de Críspulo (Salvador Esteve)

«Asomado a la terraza del séptimo piso, por última vez leo lo que será una nota de suicido, a la vez que la carta de mis últimas voluntades».

 

A la atención de la autoridad competente que proceda al levantamiento del cadáver:

Señoría, nací feo, muy feo, mi madre hundió su mirada y jamás conocí el color de sus ojos. Mi padre repetía que no era hijo suyo, prefería pasar por cornudo antes que por progenitor del engendro. En el colegio, el bullying era mi asignatura de refuerzo. Dicen que el que tiene un amigo tiene un tesoro, yo soy pobre.

Mas soy consciente de mi estéril belleza interior y la voy a repartir. Nunca he besado a una mujer, pero mi corazón palpitará en un cuerpo enamorado y  mis corneas verán el deseo correspondido; el resto de mis órganos alimentarán sueños ajenos.

                                                                                                                                                                           Atentamente,   

                                                                                                                                                                          Críspulo

 

«Llamo a una ambulancia y me desnudo, no quiero que el forense pierda tiempo. Pego la carta con cinta adhesiva a mi tórax, suspiro, me santiguo y salto. Por el piso quinto empieza a llover y una traicionera ráfaga de viento arranca, junto a un mechón de vello, la carta que mi pecho tan ilusionado custodiaba…».

4 Responses

  1. Ángel Saiz Mora

    En el reparto de dones al pobre Críspulo le tocó la peor parte, más bien ninguna parte. Resulta delicado justificar la decisión de terminar con una existencia, pero podemos llegar a entender su psicología, los sufrimientos por los que ha tenido que pasar y, lo mejor de todo, su generosidad. Él no desea vivir, pero sí quiere ayudar a otros con esos órganos que a él ya no le servirán, esa es su belleza, la que deriva de un altruismo enorme, porque en él todo es rotundo, también la fealdad externa y el rechazo de los demás, hasta de sus propios padres. Al menos, tiene la satisfacción de ser útil mientras desciende en picado, o eso piensa él, hasta que comprueba que ni eso, que el refrán “Dios aprieta pero no ahoga” también tiene una excepción: la suya.
    La historia de un perdedor absoluto con todo en contra. Los toques de humor negro no quitan que, al mismo tiempo, sintamos sincera lástima por alguien que es capaz de ponernos en su lugar, en un extremo terrible, aunque quien en realidad consigue ese efecto eres tú con tu buen manejo del lenguaje.
    Un abrazo y suerte, Salvador

  2. María Jesús Briones Arreba

    Has conseguido tenerme en vilo y experimentar lo que debe sentir un suicida, cuando fracasa hasta en su intento de explicar al mundo el porqué de su acción.
    Sensorial y terrible historia, Salvador.
    Suerte y un saludo cordial.

  3. Es muy bueno tu relato. No lo leí en su momento, pero mira, hoy estoy por aquí dando una vuelta y me llamó la atención porque tenía un tío que se llamaba como tu protagonista. La verdad es que no se pueden hacer planes ni para morir, y si no, que se lo pregunten a tu protagonista. El pobre, para una vez que se iba a expresar de verdad. Puñetero viento, el agente atmosférico que más cabezas toca y más hígados revoluciona. Jajaja.
    Un abrazo Salvador. No dejes de dejarnos aquí tus cosillas que más tarde o más temprano, se leen.

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