45. El amor todo lo cura (Patricia Collazo)
En mi familia amamos por prescripción médica.
Cuando durante una expedición a mi trastarabuelo le dieron aquellas terribles fiebres le recetaron una nativa tres veces al día. No solo mejoró, sino que se afincó en tierras lejanas, aportando el aire racial a nuestra estirpe.
A mi tatarabuela, que había nacido algo debilucha, le fue prescrito en la misma cuna un caballero adinerado que veinte años después llegaría a llevársela de vuelta al viejo continente. Santo remedio, la tatarabuela fue mujer sumisa y dedicada, que dejó descendencia sana. A excepción del pequeño Saúl, mi bisabuelo. Un niño enclenque y debilucho a quien hubo que medicar desde pequeño con dosis excesivas de amor propio. Convertido en un tirano perverso se casó cinco veces sin enviudar ni divorciarse ninguna.
Cuando mi abuelo Cosentino nació parecía sano. Pero al intentar suicidarse con quince, le diagnosticaron desamor crónico. Tuvo familia a fuerza de ventosas y sangrías de amor.
Mi madre, en cambio, fue la primera a quien el amor le fue recetado en la seguridad social. Lo tuvo asegurado.
Yo, treinta años después, llevo cinco en lista de espera, y por más mareas blancas a las que me una, me temo que moriré sin descendencia.
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divertido y original Patricia, a ver como responde al final la sanidad pública y se resuelve todo para que sigan esos descendientes. Abrazos
Las formas en las que se materializa el anor pueden ser muchas, acordes con los usos y costumbres de cada época. Otra cosa es que el amor aparezca o no.
Un relato armado con un tema de actualidad, que sin embargo trata el asunto intemporal de los sentimientos, soledad incluida.
Un abrazo y suerte,
Hola, Patricia. Mi papá era médico, así que crecí rodeada de recetas y remedios, por eso es que me ha encantado la manera de contar la vida de esta familia tan «prescriptiva», sin ser indiferente- al contrario- al sufrimiento de aquellos a quienes la receta no les dio el resultado esperado, pero mucho más (será porque en la vida real me tocó vivir algo por el estilo) al sufrimiento de la chica por sus cinco largos años aguardando el amor en lista de espera… Nadie que haya vivido una espera así – donde para la obra social es nada más que un número en un papel y no un ser humano, una persona que espera y desespera por eso tan deseado que no llega – permanece indiferente… Ojalá que no se cumplan sus temores y le llegue su tan merecida descendencia…
Cariños,
Mariángeles
Es una maravilla, Patricia. Originalísimo y con una forma tan fluida que da gusto leerlo. Tienes ese don, hacer que parezca fácil lo difícil, como este texto lleno de aciertos escrito con esa claridad y sencillez.
Te auguro lo mejor.
Un beso.
Muy simpático tu micro, Patricia, y que bien hilado todo.
Genial.
Una ofrenda a Cupido mientras tanto tampoco le haría mal a nadie… jjjjjj. Suerte, Patricia. Un abrazo.
¡Chimpún! Original, divertido y muy bien hilado, con su trasfondo social incluido. No creo que hay que desearte suerte. Con tu permiso lo robo para mi macromicrobiblioteca particular. Felicidades, Patricia.
Hola, Patricia.
Original en todos los sentidos de la originalidad; temática, estructural y narrativamente.
Felicitaciones y saludos.
Da gusto leerte, Patricia, qué pasada de micro.
Un abrazo
Hola, Patricia. Es muy original tu relato, me ha gustado mucho y me ha hecho sonreír, pero de lo que sí me he dado cuenta es de que a medida que se sucedían las generaciones el amor era más difícil de encontrar, sostener o disfrutar. No sé si es también un reflejo de la realidad porque me da la sensación de que cada vez somos más exigentes con todo y, a veces también más infelices. Debe ser que esa frase de que es más feliz el que no se cuestiona nada, debe tener algo de verdad.
Un abrazo y gracias.
Me ha encantado, Patricia. Esa forma de tratar el tema del amor tan original y hacerlo a través de las distintas generaciones, me ha enamorado. Final sorpresivo y original. Encantadísima de leerte. Aquí tienes una fan.