47. Última oportunidad (Patricia Collazo)
No sé por qué me he dejado arrastrar hasta aquí. No he querido decepcionar a mi chica. Insiste en que para sanar hay que perdonar.
Tus ojos se abren apenas cuando entro en la habitación. Todo es blanco: las paredes, las sábanas, tu cara, calavera vestida con una piel varias tallas grande.
Un amago de sonrisa se trepa a tu boca, que por falta de costumbre la traduce en mueca. Si esperas un reflejo de ella en la mía, permanece tumbado, te cansarás de esperar.
Ambos sabemos que nunca te levantarás de esa cama. Como mamá nunca pudo levantarse del hueco entre lavabo y bañera al que tu furia la empujó.
Ambos sabemos también que es mi última oportunidad de eximirte de culpa y la tuya de pedírmelo. Mientras articulas un “Hijo, perdóname”, extiendes tu mano esperando albergar la calidez de mis dedos. Pero ellos, traicioneros, se escapan de mí para agarrotarse alrededor de tu cuello. Abres mucho los ojos. De asombro, de ahogo. Aprieto. Bufas. Nunca es tarde para vengarse, pienso, y aprieto con más fuerza. Para perdonar, y aflojo la presión. Morirás culpable, retuerzo. Necesito sanar, flaqueo.
Testigo absorto de mi lucha, irreconociblemente débil, te echas a llorar.
Oh, qué bueno!!
Es angustioso!! Muy logrado!!
Saludos!!😊
Para quienes sufren estas situaciones desde triempo en ellos mismos y en sus más allegados seres queridos la venganza siempre está presente, dentro, pero en este caso no lo suficientemente profunda que sale hasta la yema de los dedos que aprietan y aprietan. Buna Patricia, como siempre. Suerte y abrazos
Intensísimo drama sicológico, emocional, existencial, humano… Otra muestra más de tu maestría literaria y sensibilidad para crear personajes y situaciones (entre otras muchas cosas). Mucha suerte y un abrazo, Patricia.
La furia y la venganza son reacciones comprensibles. Una salvajada lleva aparejada la propiedad de expandirse, de ser el caldo de cultivo de otras. Es difícil no caer en esa trampa, escapar del bucle. Acabar con este padre moribundo y asesino hubiera sido algo tan terrible como sencillo, aunque también innecesario, pues nada solucionaría, la madre no iba a volver a la vida por ello. Morir culpable es un castigo mucho peor.
No sabemos cómo reaccionaríamos si estuviésemos en el lugar del protagonista. La grandeza de perdonar en una situación así solo está reservada a unos pocos.
Un relato lleno de intensidad y fuerza.
Un abrazo y suerte, Patricia