51. LA REINA DEL MAMBO (Rosalía Guerrero Jordán)
Durante mucho tiempo disfrutó del privilegio de ser la mano derecha del jefe: conseguía las mejores vacaciones y los puentes más largos; elegía los trabajos livianos escapando de los pesados; se adjudicaba méritos ajenos con una sonrisa y eludía la responsabilidad por sus errores con un mohín.
Era la reina del mambo.
Pero el jefe se jubiló, y el nuevo ya tenía otra mano derecha.
Cuando quiso darse cuenta, había perdido su trono.
Entonces buscó un lugar donde volver a reinar, y usando sus contactos se trasladó a otro departamento. Pero allí solo era una diva sin corona que asumía las tareas y las vacaciones que los demás repudiaban. Un infierno donde no podía esquivar el trabajo pesado ni las consecuencias de sus errores.
Y se volvió a trasladar. Con el mismo resultado.
Mírala, cómo ha cambiado. Ya no parece la misma.
A veces me la encuentro en la máquina del café y le pregunto qué tal le va y me dice que bien. Pero yo sé que es mentira y ella sabe que lo sé.
Que no soporta haber dejado de ser el ama del corral.
Que disfruto al saber que nunca lo volverá a ser.
Rosalía, tu relato es un caso claro de que alegrarse del mal ajeno, aunque no es recomendable ni propio de buena gente, a veces es humano. Es que «la diva» se lo merecía, se lo ganó a pulso. Ya no es «el ama del corral», como bien escribes.
Esa frase de «y ella sabe que lo sé» añade humillación. ¡Que se fastidie!
Abrazos
Pues ´si, hay gente que se gana a pulso las antipatías.
Un abrazo, y gracias por pasarte a comentar.
Entiendo que la reina del mando tiene dos penitencias: verse destronada y ser consciente de la alegría ajena que provoca su desgracia. No sé cuál de las dos le dolerá más.
Edita, yo creo que se suman. Primero perder sus privilegios, y después la alegría ajena sube un nivel su penitencia.
Un abrazo y gracias por tus palabras.
Cuando se ha subido muy arriba y de forma bastante artificial, lo natural es edtrellarse con estrépito antes o después y no poder volver a la misma cima que se tuvo.
Los observadores, desde abajo, miraban y disimulaban. A la misma altura sucede algo parecido, pero con la diferencia de que la mirada ya no es de envidia, sino de sorna.
Un ejemplo de los trabajos y sus vaivenes, en los que nada hay seguro, con envidia y alegría por el mal ajeno incluida.
Un abrazo y suerte Rosalía.
Cierto Ángel, en el trabajo, como en la vida, un día estás en la cima y al siguiente en el pozo. A veces es nuestra responsabilidad, y a veces mala suerte. Y entre todo ello, las emociones, buenas o malas, pero siempre humanas.
Un abrazo y gracias por pasarte a leer y comentar.
Tod@s o casi tod@s hemos conocido a este tipo de compañer@s (aunque dudo que se merezcan este apelativo), cuyo único mérito es pulular alrededor del jefe… pero efectivamente, su recorrido es corto: cuando el jefe se va, vuelven al lugar que les pertenece Lo has narrado muy bien Rosalía, suerte y un abrazo!
El entorno laboral es un microcosmos en el que se refleja la sociedad en que vivimos. Y, como en ella, puedes encontrar personas maravillosas y otras que, digamos, no lo son tanto.
Un abrazo y gracias por tu amable comentario.
Ella es penosa, pero el narrador que disfruta de su mal tampoco parece un encanto de persona.
Un buen ejemplo de schadenfreude!
Sí, sí, el rencor la reconcome. Debería librarse de él, que el malo para la salud.
Un abrazo y muchas gracias por comentar.
Hola Rosalía. Es tremendo el párrafo final del micro, donde la narradora disfruta al saber a la reina destronada y ella, a su vez, padece ese disfrute, por más que intente disimularlo diciendo que le va bien… Me gusta la forma en que se cuenta esa caída en picada, ese descenso a los infiernos de quien supo ser «la reina del mambo» y ahora asume el trabajo de los otros sabiendo que nunca volverá a ser la misma…
Un gran «schadenfreude de oficina» el que nos relatas.
Cariños,
Mariángeles
Muchas gracias por tus palabras, Mariángeles. Hay muchos tipos de schadenfreude, pero este es de los cotidianos.
Un abrazo.
Una historia muy del día a día. Ambos personajes los haces muy creíbles, enmarcados en una situación que muchos hemos vivido o, al menos, visto de cerca.
Un abrazo fuerte, fuerte, Rosalía, y mucha suerte con este micro schadenfreudiano.
Pues sí, creo que este tipo de cosas suelen pasar en entornos laborales. Hay varios arquetipos recurrentes, como el «trepa», el «enchufao», o el que se «escaquea», aunque a veces pueden ir juntos.
Muchas gracias por comentar, y un abrazo de vuelta.
Es que el mundo laboral es una jungla. Y a todos esos personajes se les ve venir desde lejos… Ay, el karma!! Qué maravillosa justicia social. Ojalá pasase siempre! Me ha encantado!
Sí, sí, el karma mola, justicia sin mancharse las manos.
Encantada de que te haya encantado!
Un abrazo!
Una reina destronada pero muy digna ella diciéndole a su compi que está bien jajaja
En esa oficina se acabó el mambo y llegó el salseo, los chismes, el schadenfreude…
Fenomenal, Rosalía, real como la vida misma.
¡Abrazo!
Anda que no te va a tí el salseo ni ná, jajajaja. Pero sí, a la gente lo que le gusta es eso, ver caer a quienes estuvieron arriba, el «arrieros somos», pero que en alemán suena como más fino.
Un abrazo y muchas gracias por comentar.
Ese ama de corral ha tenido una cura de humildad. Y su compañera, que la ve, se regodea.
Un ejemplo muy representativo del Arrierito Somos… Y un título muy apropiado.
Enhorabuena y mucha suerte
Muchas gracias, Alberto.
Un abrazo.
Pues nos alegramos, ¡sí! Demasiadas personas como la protagonista de tu relato reinan por el mundo. El relato nos muestra muy bien su perfil. A veces estas conductas acaban siendo autodestructivas… los protectores no son eternos. Enhorabuena, Rosalía.
Un abrazo y suerte.