58. El día del Juicio
El apocalipsis, con su bestia escarlata, sus jinetes y sus siete ángeles derramando siete plagas desde siete copas, me sorprendió con un dedo de raya blanca en el pelo y las uñas descascarilladas. Enseguida comprendí que no podía unirme a la fila de la derecha, donde se alineaban los impolutos bienaventurados, dispuestos a alcanzar la gloria. Tampoco me veía en la otra, en la que se apelotonaban los repugnantes condenados. Al fin, uno de los ángeles trompeteros vino a resolver mis dudas:
-¡Usted, al limbo!
Estuve a punto de reclamar, decir que ese lugar ya no existía, que el Papa lo había suprimido. ¡Qué equivocada estaba! Desde entonces sigo aquí, en el limbo, como si nada: llevo los niños al colegio, hago las faenas de la casa, echo un polvo los sábados con Julián, y todos los viernes voy a la peluquería y a la manicura. Por si hubiese otra oportunidad.
Seguro que para muchos fue una sorpresa que el máximo representante de la Iglesia católica dijese un día que el limbo no existía, poniendo también en duda, si no recuerdo mal, el cielo y el infierno. Más sorpresa debe de ser comprobar que las profecías eran ciertas, que el Día del Juicio con toda su parafernalia tenía que llegar, y que esos lugares sí que eran reales. A tu protagonista le ha correspondido situarse en esa tierra de nadie, indefinida, de tránsito, entre Pinto y Valdemoro, donde ni fu ni fa, ni chicha ni limoná, en la misma rutina que tenía antes, a la espera de que algo suceda de forma definitiva, de que su momento llegue.
Un relato que muestra el día a día en el que vivimos, mientras aguardamos que todo cambie, con infinita paciencia, si es que alguna vez lo hace.
Buen relato, que llama a la reflexión.
Un abrazo y suerte, Elisa
Ángel, es un placer recibir tus generosos y sabios comentarios. Muchísimas gracias por sorprendernos siempre con tus lecturas, que añaden nuevos matices a los textos, tanto propios como ajenos.
Hay que estar preparada. Nunca se sabe. jajaja.
Me ha encantado. Felicidades
Siempre divinas, ¡ja, ja! O no… Gracias, Virtudes.
¡Pobre mujer! Toda su vida y muerte en el limbo. A mí también me ha encantado, es buenísimo. Enhorabuena.
A veces se difumina la barrera entre la vida y la muerte. Aunque creo que abundan más los muertos en vida que los muertos vivientes. Muchísimas gracias, Sara.
Y a mí que eso del crujir de dientes me despierta la curiosidad.
Muy bueno.
Suerte y abrazo.
Rafa, qué me gusta recibir un comentario tuyo. Gracias muchas.