58. Las nanas de la fregona (Elena Bethencourt)
Después de treinta años sin verla, me la encontré fregando las escaleras de mi hospital. La transformación de aquella niña repelente en una vieja triste y cansada era estremecedora. La pija que se reía de mis remiendos, de mis botas ortopédicas y de mis dientes era ahora una señora que daba lástima. ¡Pobrecita!
—Buenos días, doctora, dijo como una autómata. Ni me reconoció siquiera. Tuve que explicarle que yo era la hija del Eutimio, el de las vacas, pero no se acordaba de mí. ¡Sorprendente!
Le pregunté cómo le iba. Me contó —fregona en mano— que tenía un hijo drogadicto y un marido alcohólico. ¡Qué mala suerte, por favor! Pensé en la dura vida que seguro llevaría, en el desafío de sacar a su familia adelante, en los tramos de escalera que tendría que limpiar. ¡Pobre mujer, el tiempo se había ensañado con ella! Era mi oportunidad de demostrarle que, por suerte, no todos éramos iguales: la consolé.
“¿Qué he hecho yo para merecer esto?”, dijo y rompió a llorar. Entonces encontré la respuesta a su pregunta en mis recuerdos y aproveché para darle una patadita con disimulo al cubo mientras la doña buscaba un pañuelo en su delantal.
Jajaja. Muy bueno. Me encanta leerte
Gracias por leerme. Yo también me he echado alguna carcajada con la escena🤣
Por mucha lástima que pueda inspirar esta mujer en su situación actual, es inevitable pensar en la justicia poética, en eso de que al final cada uno tiene lo que merece, y que, en ese contexto, es comprensible un empujoncito a un cubo lleno.
Muy divertido, menos para la ajada limpiadora, claro.
Un abrazo y suerte, Elena
Se merecía eso y más, créeme. 😂😂😂
Lo cuentas muy bien, Elena. Has elegido un tema bastante común y realista. Creo que es hasta humano tener ese sentimiento de “ revancha” . Con todo, y aunque se lo merezca, siempre da pena ver el declive de esa mujer.
Y lo peor de todo es que ella no se da cuenta o no quiere darse cuenta de lo mal que ha hecho las cosas. Ese “ Qué he hecho yo para merecer esto…”es para mí crucial.
Me ha gustado mucho por la sencillez en que lo narras y porque plasmas algo muy habitual.
Seguro que estará entre los mejores.
Saludos
Gracias por leer y comentar. Para mí el hecho crucial está en que no se acordaba de la narradora. Ni siquiera era consciente del daño y sin embargo la otra había estado treinta años pensando en ella. Conozco a ambas😉🤣
Qué bueno es el karma, y más aun cuando se le puede dar una ayudita en forma de patada. En estos casos el SCHADENFREUDE está plenamente justificado, que las vivencias dolorosas en la infancia nos marcan para siempre.
Un abrazo y suerte.
Y el gusto de esa catarata cayendo por las escaleras y el cubo rodando, ay, señor😂
Así es, las vivencias negativas de la infancia suelen marcar más que otras. Parece que los sentimientos quedaron congelados para siempre y cuando llega el momento apropiado se convierten en puro fuego que no nos deja ver ni un atisbo de humanidad.
Ocurre, y mucho, basta que escarbemos en nuestros recovecos.
Muy bien contando.
Sí, tienes razón. La infancia es determinante para el resto de la vida. Y lo sufrido en la infancia es más difícil de olvidar y perdonar. Gracias por comentar 🙂