58. No solo bichos en el balcón (Enrique Francesch Díaz)
Cuando vi aquella casa de dos plantas de estilo colonial me enamoré de ella. Le di un vistazo con el agente inmobiliario que fue suficiente para comprarla de forma impulsiva. A los dos días estaba de mudanza y fue cuando descubrí que tenía una pequeña buhardilla y un trastero en el sótano; decidí revisarlos cuando terminara el trasiego de muebles. Con tanto ajetreo se me pasó, hasta que, una tarde, asomada al balcón de la primera planta, un escarabajo muerto cayó sobre la barandilla en la que estaba apoyada. Al mirar hacia arriba observé que el canalón de desagüe estaba un poco suelto, y al intentar enderezarlo, una lluvia de hormigas ya resecas y otros bichos similares cayeron sobre mí. Siguiendo su trayectoria, subí a la buhardilla que aún no había examinado y vi con horror un suelo tapizado de cadáveres de insectos. Con gran desasosiego me acordé del sótano y bajé corriendo para descubrir que otro enjambre recubría el suelo, como antesala de una puerta con candado, cerrada al fondo y un cartel con la frase “NO ABRIR”.