65. La liebre y la tortuga
Los corredores calientan a mi alrededor, muchos de ellos llevan tatuado en su rostro un rictus de concentración y dolor, quizás por alguna lesión menor. Noto sus miradas de desconcierto, creo que soy el único que sonríe. El pistoletazo indica el inicio de la carrera y todos salen disparados. Los más rápidos me adelantan en tropel. Recibo algún que otro codazo, empujón y lindeza. Pero dónde vas imbécil. Vas a provocar un accidente. Esta no es una carrera para aficionados.
Yo pienso en la fábula y sigo sonriendo.
Cuando llego a la meta ya es de noche. Prácticamente se ha marchado todo el mundo, quedan los operarios que recogen las vallas y descuelgan los carteles. Vislumbro las siluetas de mis familiares y amigos, los alcanzo, sus gritos y vítores colorean el silencio. También está él, que con su voz solemne de neurocirujano se acerca a mí y con un cómo me alegro de haberme equivocado, nos fundimos en un abrazo y es entonces, exhausto, cuando siento la mayor felicidad de mi vida.
El éxito es conseguir la meta y la alegría surge al disfrutar del éxito, sobre todo sabiendo lo mucho que nos ha costado llegar. Genial, Bea. Suerte y abrazotes.
Efectivamente, Rafael, y en muchas ocasiones solo lo saben la propia persona y sus más allegados. Y lo que es más importante, mientras lo sepa uno mismo, qué más da el resto 🙂 Muchas gracias por pasarte, leer y comentar. Te deseo también mucha suerte, vayan los abrazotes y saludos de vuelta.
Un hermoso relato sobre la alegría que da la superación personal y el apoyo de los seres queridos. Suerte.
Muchas gracias, Antonio. Suerte a ti también y que tengas una feliz entrada de año 🙂 Besos.
Todos tenemos nuestras metas y un ritmo propio. Lo importante es marcarse un objetivo y ser constante, no tirar nunca la toalla.
Tu protagonista no será seleccionado para los juegos olímpicos, pero probablemente se trate de una persona de fiar, generoso y decidido, capaz de darlo todo por una buena causa, alguien en cuyas manos pondríamos nuestra vida. Quienes le tratan así se lo hacen saber, pero mayor premio aún es el reconocimiento de quien parecía despreciarle.
He sido corredor popular. En las revistas especializadas, o en la retransmisión de un maratón, por ejemplo, no se habla de una sola carrera, sino de muchas, cada cual tiene la suya y hay tantas como participantes.
Un abrazo y suerte con este relato, Bea, lleno de sana alegría, al margen de la implacable competitividad. Es una buena lectura para acabar un año y empezar otro con buenas sensaciones, las que tú transmites como persona positiva que eres. Que no falten tus letras y tus croquetas.
Qué bonito, Ángel, siempre palabras tan amables y que nos llenan a nosotros de felicidad. Escribir es mucho más bonito cuando eres tú quien nos lee. La vida es complicada, difícil, muy difícil en algunas ocasiones, pero la felicidad depende más de nosotros mismos de lo que creemos, pero cómo cuesta. Un abrazo, amigo, y que tengas una entrada de año espectacular. Besos.