67. Microrrelato a la muerte (Josep Maria Arnau)
A mi padre le gustaban los haikus y me había hablado de los poemas a la muerte. Le fascinaba la brevedad, aunque él escribía narrativa de ficción. Siempre decía que quizás la literatura no cambiaría el mundo, pero podía cambiar a las personas.
Cuando falleció, encontré entre sus papeles un sobre a mi nombre. Antes de abrirlo, di una calada al cigarrillo para coger fuerzas. Contenía un texto sin título y me pedía que lo leyese en el funeral. Con su inconfundible estilo decía:
“El último pitillo. Lo enciendo y tengo que compartirlo contigo. Formas parte de mí, ya somos inseparables. Sin el tabaco no nos hubiéramos conocido, no hubieras crecido letal en mis entrañas. Nunca he podido abandonar estas caladas profundas. Tras ellas solo quedará la colilla muerta, como nuestro futuro”.
Con su voz aún susurrando, apagué el cigarrillo en el cenicero y salí de la habitación.
Josep, ese padre era un hombre sabio, pues es cierto que la literatura cambia a las personas, y ojalá pueda cambiar también el mundo. Además, le ha hecho un buen regalo póstumo a su hijo. O al menos lo ha intentado. Espero que el hijo deje el tabaco definitivamente, es cuestión de proponérselo, palabrita de ex-fumadora.
Un abrazo y suerte.
Si este hombre hubiese advertido a su hijo de los efectos perniciosos del tabaco, no hubiera sido ni la mitad de efectivo que esta composición póstuma, unida a su propio ejemplo, ambas combinaciones conforman el mensaje más efectivo posible. Seguro que le enseñó muchas cosas más, pero la última de ellas, al final de su vida, es algo que nunca va a olvidar y que aplicará, consciente de que no es ninguna broma. Sabemos que la muerte siempre vence, pero cuanto más tarde lo haga, mejor; no solo eso, toda la calidad de vida que le robemos a la señora de la guadaña será lo que nos llevaremos.
Un relato muy bien construido, que debería ser adoptado por el Ministerio de Sanidad (ahí lo dejo, que tú tienes línea directa).
Un abrazo y suerte, Josep Maria
Ese poema del padre fumador hablando a la muerte es muy impactante. Ojalá el hijo sepa aprender la lección a tiempo, evitando que el tabaco le quite años de vida. Una propuesta muy ejemplarizante la tuya, Josep Maria. Un abrazo y suerte.
Una gran lección de vida a título póstumo. Y no en vano, tiene un efecto inmediato. Genial, Josep Maria.
Abrazo
Un relato muy bien contado con un tema de salud pública y personal muy importante.
Yo dejé de fumar cuando mis hijas tenían 2 y 5 años, más por ellas que por mí en un principio. Ahora, ya han pasado 27, estoy orgullosa de haberlo hecho por mí y algo muy muy importante…ninguna de ellas es fumadora.
Nos leemos