72. Con los pies en el suelo y echando raíces
Con ese material tan liviano del que están hechas las promesas sé fabricar unos sueños fascinantes, delicados y transparentes como pompas de jabón. Pueden ser grandes, pequeños, anchos, estrechos… En realidad tengo todos los que quieras coleccionar y no me importa inventarlos del tamaño exacto que tú desees. Los niños, en cuanto me descubren, no dejan de admirarme, se acercan a mí, dejándose llevar, y arrastran a sus padres de la mano con una emoción que a estos los desarma, aunque no hay más que verlos para saber que solo acompañan a sus hijos por costumbre, mientras aprenden a dar los primeros pasos. Aún así sigo disfrutando al oír los chillidos de asombro cuando después de crear una ilusión gigante se la regalo a quien todavía espera todo de mí; me alegra ver cómo crece el anhelo en su mirada y la ansiedad ante la expectativa de que pueda hacerse un poco más grande. Qué culpa tengo yo de que siempre estallen en millones de colores delante de sus ojos sin que sean capaces de retenerlas. Ellos, los niños, me siguen aplaudiendo confiados y tratan de imaginar qué voy a ofrecerles a continuación. Los adultos ya no, nunca lo hacen.
Hermoso micro, Rafa, como todos los tuyos, con esos sueños en forma de pompas de jabón y colores irisados.¡Qué felicidad cuando uno es niño y cree que todo es posible!¡Quién pudiera volver a ese momento mágico y no tener que apoyar sus pies en el suelo!Cuídate mucho, compañero de letras. Recibe este enorme abrazo virtual de Gloria.
Muchas gracias por tu generoso comentario, Gloria. No deberíamos dejar que nuestra infancia sea un paraíso perdido, pero ya sabes cómo es la vida…
Otro abrazo para ti, compañera, y cuídate mucho también.
Ese inocencia, ese descubrir el mundo es algo que no deberíamos perder nunca. Tendemos a no valorar nada, a creernos sabios porque sabemos o intuimos lo que va a suceder y de qué están hechas las cosas. Pensamos que podemos enseñar a esos pequeños por haber vivido más, por conocer los entresijos, porque ya no nos sorprende nada, cuando son ellos quienes nos dan lecciones constantes.
Un relato sobre sueños e ilusiones que, aunque estallen, merece la pena buscar y escribir sobre ellos. Una historia que invita a despegar un poco los pies de ese suelo que, a veces, nos tiene tan anclados que no nos deja movernos, volar, soñar.
Un abrazo, Rafa. Suerte
A veces para eso sirve escribir, o leer, por ejemplo. Para desprendernos de esas raíces, y volar y soñar, como dices, Ángel.
Y muchas gracias de nuevo por seguir dando ánimos a todo el mundo. Un abrazo y cuídate mucho.
Qué relato más triste y realista a la vez. Dibujas como un cuento una cruda realidad, pero dejas la puerta abierta a que todos reflexionemos y saquemos de nuestro interior al niño que desea atrapar pompas de jabón y atesorarlas para siempre. Enhorabuena y mucha suerte. Abrazos.