75. Caos
Los semáforos no funcionan por el apagón. A los accidentes de coches le debemos sumar los saqueos y disturbios que acontecen por toda la ciudad. Incluso las familias hablan y juegan al parchís. Las parejas cenan románticamente a la luz de las velas y Sara, que esta noche tiene una cita con Luis, está atrapada en un ascensor con un desconocido que huele muy bien. Siente claustrofobia y él intenta calmarla. A Sara le parece una de esas escenas que suele ver en las películas de Meg Ryan. Luis odia a Meg Ryan. Él está en uno de esos atascos, jaleando con otros conductores; enfurecido, resuelto, como si nadie le observara. Pero la chica del Ibiza repara en él y charlan. Luis olvida por completo su cita. De repente vuelve la luz. Las farolas iluminan a los sorprendidos amantes, que dirigen de nuevo sus miradas al móvil. A Sara el desconocido ya no le parece tan guapo. Llama a Luis y le recuerda la cena, él asiente; ha perdido de vista a la chica del Ibiza. Las familias guardan el parchís y encienden el televisor. Por fin todo vuelve a la normalidad y ya no reina el caos.
Decir sin decir, contar sin enumerar, narrar sin que se note… Esas son algunas virtudes de tu relato.
Identificarte sin hablar de ti, señalarte sin sacar el dedo, conmocionarte sin golpear…
La emoción sin sensiblería. La fuerza sin presionar. La insinuación delicada, decidida, inesperada, como esa sonrisilla que se nos escapa mientras nos contamos veinte tras comernos una ficha en el parchís…
Felicidades y suerte, bonica!!!
Me has hecho sonreír imaginándome jugando al parchís 🙂 Muchas gracias por tu comentario, amigo. Y que el relato te haya gustado es como directamente ganar la partida (no me quites las azules que esas son mías). Te deseo mucha suerte para ti también. A ver si me doy un buen paseo por el blog y os leo. Besicos, guapo!!!
Si un mundo supuestamente desarrollado como en el que nos movemos sufriera un apagón súbito y prolongado, la situación se resumiría en la palabra corta y tajante que encabeza el título. Quizá todo no fuese tan catastrófico como nos imaginamos. El ser humano sabe adaptarse a las situaciones. En lugar de unas actividades haríamos otras, puede que hasta cambiásemos de afectos.
Un relato que revela que somos animales de costumbres, aferrados a lo conocido, que creemos inmutable porque es lo más cómodo, sin querer darnos cuenta de que todo se puede relativizar, de que nada ni nadie es imprescindible. A menudo es necesario un incidente brusco para que nos demos cuenta, aunque pronto lo olvidemos.
Por más que queramos modelarla a nuestro antojo, la vida, la propia y la ajena, simplemente, fluye.
Una gran historia que nos deja con un gran fondo para pensar.
Un abrazo y suerte, Bea
Y un gran comentario el tuyo que tengo el honor de agradecer y darle la réplica 🙂 Creo que de los creadores de «no encuentro el móvil», llega ahora «no hay luz»… Porque es que no podemos ni subir ni bajar las persianas, hacernos un café, escuchar la radio… y entonces una recuerda la persiana de cuerda, el gas, el aparato de radio con pilas… ¿enchufarlo? casi nunca… Pues sí amigo, qué vida esta en la que todo puede convertirse en un gran caos por unas horas sin luz. Cuando quizás el caos se sienta libre en esa oscuridad. Un besazo enorme, amigo! Y mucha suerte para ti también.
Hola, estimada Beatriz.
¿Qué sería de nuestras vidas sin luz? Lo pregunto de forma literal, nada metafórica.
Es toda una paradoja que el apagón que magistralmente nos relatas saque a la luz una serie de carencias producidas, precisamente, por estar enchufados siempre a la corriente: falta de comunicación e interacción entre familias, falta de relación con otras personas y, lo peor, falta de intromisión personal, de dialogar con uno mismo y preguntarse lo que realmente quiere o le conviene.
No podía dejar de pasar por tu rincón para decirte que me ha encantado y que veo en este «Caos» un firme candidato a estar entre los mejores, por lo menos así sería si yo estuviera en el jurado.
Un cálido saludo cargado de energía positiva.
Ejem… nota mental: hacer desaparecer a un miembro del jurado (que parezca un accidente) y enviar jamón a Ángel 🙂 jejeje
Me encanta tu comentario y que te haya gustado el relato. Es exagerado lo que dependemos de la luz (o mejor dicho la electricidad) para todo, desde ducharnos a hacernos un café o comunicarnos con el jefe por e-mail. Estamos tan inmersos en lo que hay fuera que, como bien dices, olvidamos lo de dentro, lo que realmente necesitamos, lo que nos hace feliz.
Gracias por tu maravillosa lectura del relato. A ver si consigo pasearme por el resto y disfrutar con vuestras letras también. Te deseo mucha suerte. Besazos.