76. Steel Dragon (Patricia Collazo)
Uno treinta. Por fin lo ha conseguido. Alicia lleva años esperando que su coronilla alcance al fin la raya negra en el panel junto al acceso. Steel Dragon, la mejor montaña rusa del mundo, decían sus hermanos cada verano cuando bajaban trastabillantes para ponerse a la cola otra vez.
Mientras ella, que nunca había podido montarse a lomos del impresionante dragón, rumiaba su enfado por tener la estatura correspondiente a una niña dos años menor.
Pero el día ha llegado. Uno treinta raspados, pero uno treinta al fin. No le importa la hora y veinte de cola. Se siente mayor y feliz entre sus hermanos y los amigos que siempre los acompañan. Ellos ya han experimentado el vuelo del dragón y no paran de comentar cada detalle.
Aunque le dan miedo algunas cosas que escucha, se repite que está preparada. Que después de todo solo serán unos segundos y al fin volará.
Da un respingo cuando Darío, el mejor amigo de su hermano, le pregunta si está lista. Asiente entusiasmada. Entonces él baja lentamente la cabeza y la besa entre los vítores de todos.
No recuerda nada del viaje en dragón. Pero sabe que aquel día aprendió a volar.
Hay sensacionea dwseadas y esperadas que, cuando llegan, pueden quedar en nada si son suplantadas por otra mejor e inesperada. Así funcionamos y así lo has contado maravillosamente, en un relato simpático, que deja buen sabor.
Un abrazo y suerte, Patricia
Sin punto de comparación: donde haya un beso inesperado y deseado, que se quiten todos los demás artilugios para volar.
Ha experimentado el paso a la adolescencia a lomos del dragón volador. Bonita recreación de las ilusiones infantiles abordadas por otras ¡de mayor altura!
Lindo.
Perdón, quise decir “abortadas” ( el maldigo traductor)
Es que donde se ponga el primer beso, ¡que se quiten los dragones! Está muy bien cómo una emoción inesperada se superpone a otra tan anhelada.
Un abrazo y suerte.