78. Un otoño templado
Ha recreado uno idéntico al original, pero en madera. Su pequeño angelito. Le ha dibujado todo tipo de detalle, incluso el lunar en la muñeca derecha. Duda con la ropa. Si lo viste con pantalones cortos pasará frío cuando llegue el otoño. Los ojos son de color avellana. Y el cabello siempre tan rizado e indomable. En su caso lo tiene castaño oscuro, quién dice que todos deban ser rubios. La pequeña cicatriz del labio superior también se la dibuja. Y la sonrisa, que oculta por completo cualquier imperfección. Llegados a este punto, ha de decidir si continuar hasta el final con la recreación y reproducir también acciones, hechos… como el accidente y los días en el hospital. Pero no soportaría su pérdida, otra vez, y que entonces fuera un ángel más. O que simplemente enfermara, así que acaba optando por unos pantalones largos, aunque buscará unos que sean finitos. Los otoños ya no son como antes.
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Toda pérdida conlleva una necesaria fase de duelo, lo dicen todos los psicólogos. Eso sí, cada cual ha de digerir esa etapa a su manera, cada persona es un mundo. Tu protagonista, por ejemplo, ha tirado de fantasía y algo de fetichismo, ha elegido sustituir al hijo querido y muerto de forma prematura por una figura de madera, a quien prodiga cuidados de madre solícita. Ojalá, como en los cuentos, de forma similar a lo que le sucede a Guepetto con Pinocho, su creación se convierta en un niño de verdad, en el suyo, en el perdido, que contranatura se marchó antes de tiempo. Tú, al menos, le has concedido la magia de las palabras, que no es poca cosa.
Un abrazo y suerte, Bea
Bea, me encanta tu micro. Sueles trabajar las emociones casi tan bien como la masa de las croquetas. 😉
Nos vas dosificando la información con oficio y tocando la fibra casi sin que nos demos cuenta y, cuando acaba el micro, descubrimos que tu mano de escritora nos tiene el corazón bien apretado.
Enhorabuena y suerte!!!
Besines