82. Crisis (Aurora Rapún Mombiela)
La funcionaria y el doctor se encuentran de madrugada en el ascensor. Ella lo observa disimuladamente. Le parece que tiembla, pero puede ser una interpretación errónea. Como cuando le bajó un bizcocho tras lo que creyó que era una insinuación. El doctor sale en el tercero sin despedirse siquiera. Cuando las puertas se cierran, las golpea con el puño apretado. En el recibidor de su casa, el bizcocho, ya endurecido, lo mira con desprecio. La funcionaria continúa hasta el séptimo. Sobre el mueble de la entrada, brilla su antigua alianza. Juraría haber visto a su gemela en el dedo anular del doctor. Pero podría equivocarse, ya le ha ocurrido antes.
Aurora, parece que esa crisis que padecen puede solucionarse, si se dan una segunda (o tercera o cuarta) oportunidad, pues ambos lo están deseando. Aunque podría equivocarme, claro, nunca hay que dar nada por supuesto.
Un abrazo y suerte.
Yo creo que están deseando volver, pero quién sabe cuántas heridas abiertas se lo impiden. Seguro que lo consiguen. Un abrazo fuerte, Rosalía.
Se necesitaría un gran esfuerzo para encontrar el entendimiento entre estos dos, no parecen conciliadores ni con ganas de arreglarlo, al contrario, el rencor se mastica en los gestos y en las intenciones.
O al menos así lo entiendo.
Yo tengo confianza en que lo consigan, Rosa. Quién sabe, quizá solo hace falta que uno de ellos de el primer paso. Un abrazo fuerte.
El bizcocho con el que le obsequia ella, la alianza en el dedo de él, demuestran que aún se aferran a su relación, que donde hubo mucho puede que quede algo, pero el orgullo no es buen consejero, esperar a que sea el otro quien dé el siguiente paso es fácil que inmovilice a ambos, mientras maldicen su situación estancada. Dialogar no es fácil en ocasiones, pero todo lo soluciona o, al menos, puede dejar las cosas claras.
Un abrazo y suerte, Aurora.
Desde luego, Ángel. Las cosas claras arreglan muchas veces las situaciones más tensas. Tienen trabajo, pero confío en que lo conseguirán. Al fin y al cabo, no se han ido a vivir muy lejos… Un abrazo.
Muy bueno, Aurora, por todo lo que cuenta y, sobre todo, lo que se insinúa, de lo más inquietante. Suerte.