100. TRAUMAS INFANTILES
Soy mujer curtida en mil batallas. En mi rostro se dibuja la serenidad de muchos años de meditaciones y otros tantos de psicoanálisis. Todo iba bien hasta que apareció ese camarero con el menú equivocado.
—¿Espárragos con mayonesa? Yo no he pedido esto— dije señalando el plato.
—Lléveselos, por favor—
Pero no lo hizo y en unos segundos ocurrió lo que no quería que pasara: volví al momento niña en mi casa familiar, un día cualquiera, con invitados a comer en el momento exacto en el que se me cortaba la mayonesa. La cara desencajada de mi madre gritando con voz distorsionada «otra vez lo has hecho» y yo, presa del pánico, cascaba temblorosa el último huevo sobre la masa cortada y la batía rápido mientras rezaba un padrenuestro tras otro. La tragedia estaba servida, mi madre gritaba «quítate de mi vista» y yo gemía de angustia.
De vuelta al momento restaurante, agarré al camarero por su corbatita negra y le hice ver que le cortaría los huevos in situ si no retiraba el plato inmediatamente.
Dicen que soy agresiva, yo diría asertiva, pero ni he vuelto a probar la mayonesa, ni tampoco tengo nunca invitados a comer.
Hay momentos en la infancia que quedan marcados a fuego, detalles que, antes o después, saltan en un momento dado, más aún, como en el caso de tu protagonista, condicionan una existencia entera. Nunca deberíamos estar del todo seguros de nada y, si ello sucede, recordar que la desconfianza y el escepticismo es la actitud de los científicos y de los sabios
Una historia construida con la habilidad de haber sido edificada a partir de un suceso que a todos parece minúsculo, menos, claro está, a tu protagonista, para quien marcó un claro antes y después.
Un abrazo de verano y suerte, Esperanza