88. EL NIÑO SABIO (Ginette Gilart)
—Dibújame una oveja blanca —pidió el niño al anciano.
—No puedo, soy ciego y no sé cómo es el color blanco —contestó el viejo.
—Es como la nieve, como una nube clara de verano, como la pantalla de un cine.
—Puedo sentir el frío de la nieve, la humedad de la nube y oír los diálogos y la música de una película, pero te repito, no llego a captar el color blanco —insistió el abuelo.
—El blanco es la mezcla de todos los colores, es luminoso.
—¡Ah!, entiendo, es la luz, es decir lo contrario a la oscuridad en la que estoy sumergido.
—Sin embargo tú ves lo infravisible, todo lo que dejamos de lado.
Un cuento corto pero muy profundo, que habla sobre las cosas que no se pueden ver con los ojos y que casi todos solemos dejar atrás. Es como si en cierta forma, todos estuviéramos sumergidos en la oscuridad como el ciego.
Me gustan mucho los microrelatos, este fue un ejemplo excelente de que no siempre es necesario escribir párrafos enteros para contar una buena historia. Felicidades.
Saludos desde Chile. José Portugal.
Agradezco tu comentario, José. Un saludo.
Un sentido tan necesario como el de la vista también limita. Con él, todo es tan obvio, que dificulta que el resto de sensaciones también entren en juego. El célebre sexto sentido de los invidentes no es tal, sino el desarrollo de todos los demás, circunstancia que permite ver y sentir la realidad de una forma, paradójicamente, más completa.
Tu relato en forma de diálogo tiene como protagonista un niño, que, como adelante el título, es tanto o más sabio que el segundo personaje, un anciano, al demostrar que sabe ponerse en su lugar. El mundo está necesitado de niños como él, de los que saben ponerse en lugar del otro y ver más allá, toda una promesa de futuro.
Un abrazo, Ginette. Suerte
Seguro que tú sabes ponerte en lugar del otro. Gracias, Ángel, por comentar.
Un abrazo.