94. Invasiones bárbaras (Josep Maria Arnau) -Fuera de concurso-
Belleza vendida a ignorantes, piensa el vigilante mientras recuerda las larguísimas colas. Así, la magia del lugar se pierde. Está acabando su ronda alrededor del faro y le duelen los pies de tanto correr tras los escurridizos. Con el último visitante ya encarrilado hacia la salida, oye unos pasos delatores en el acantilado. Se acerca y ve al rezagado. ¡Más avisos, más valientes! Lo ha cogido infraganti, a punto de perpetrar su hazaña. Pero su mirada es demasiado fija, su sonrisa demasiado forzada. Y su trasero, apoyado en la barandilla, demasiado redondo. Justo cuando le da al botón, pierde pie y desaparece.
Todas las personas deberían poder viajar, porque es un placer enriquecedor, por lo general. También es cierto que todo tiene su contrapartida y la masificación del turismo hace que los lugares no se puedan disfrutar como sería deseable, llegando, realmente, a convertirse en «invasiones bárbaras». Además, entre tantas personas, las hay que no respetan nada, que todo lo justifican para hacerse un selfi, despreciando las normas del lugar, como que la hora de visita se haya terminado. Es comprensible el cansancio de este pobre vigilante.
Un relato divertido con una problemática muy actual de fondo, para la que no parece haber demasiada solución.
Un abrazo, Josep Maria
Muchas gracias por tu visita y comentarios, Ángel. Como tú dices, es difícil encontrar un punto de equilibrio en el contexto de la masificación del turismo. La invasión descontrolada de espacios naturales los hace menos bellos y mágicos, aparte de potenciales daños. Si a esto añadimos la obsesión por encapsular imágenes para colgarlas en la red, todo se vuelve aún más contradictorio. El desconocimiento del terreno que pisan y la inconsciencia de algunos bárbaros les puede llevar a transformar un selfi en un “killfie”.
Un abrazo.