98. Transiciones
Ni siquiera se dio cuenta de cómo pasó de ser un viejo de piel arrugada, al que atendían en una cama de hospital, a sentir cómo su cuerpo, sus huesos, músculos y arterias recuperaban el esplendor de la juventud. Entonces supo que se le había concedido la recompensa del Paraíso, y que allí podría revivir, cuantas veces quisiera y con la misma emoción, cada instante de felicidad experimentado durante su estancia en la Tierra. Pero al mismo tiempo supo también que existía la posibilidad de elegir otro Paraíso, el de poder vivir esa vida que realmente le hubiera gustado tener y que no pudo o no se atrevió a disfrutar. No tuvo ninguna duda al hacer la elección, y ni siquiera se dio cuenta de cómo lloraba al sentir su pequeño cuerpo de piel sonrosada acogido entre los brazos de una matrona.
Entre revivir los instantes felices para siempre, sin mayores complicaciones, o comenzar de nuevo la vida que hubiese querido, tu personaje eligió lo segundo, con la complicación de alternar buenos momentos con otros difíciles, dolorosos incluso, de los que no se libra ninguna existencia. Tu relato nos hace preguntarnos qué elegiríamos cada uno si se nos diese la oportunidad. Por muy placentero que fuese un paraíso en el que solo hay felicidad, nunca sería completa si queda un atisbo de duda: el pensamiento de qué hubiese ocurrido de haber hecho algo distinto, más atrevido y sincero. Nada hay peor que las palabras que se callan cuando deberían decirse, de las acciones reprimidas que no se llevan a término.
Un relato para la reflexión, mucho más profundo que lo que su sencillez pudiera indicar.
Un abrazo y suerte. Rafa
Gracias por tu detallado análisis, Ángel. Me alegra que ese micro pueda hacer reflexionar. Quién sabe que Paraíso y por qué elegiría cada uno de nosotros.
Otro abrazo para ti.