JUN59. CARA A CARA, de Miguel Pereira
No hace mucho tiempo La Verdad y la Mentira discutían airadamente sobre las deidades de su carácter. La primera con un discurso coherente, lustroso y bien vertebrado se apoyaba en la honestidad como sublime muestra de bondad; mientras que la Mentira, frente a la anterior, recurría a las clásicas tretas, que la habían encumbrado entre los más hábiles trileros de la oratoria, para conseguir llevarse el gato al agua.
Poco a poco, por la vehemencia de las contrincantes y lo arraigado de su pensamiento, el enfrentamiento fue adquiriendo tintes violentos. La Verdad, cauta y un poco asustadiza, decidió dar por concluido el soliloquio a dos voces, dejando aturdido al espejo que, como único testigo del lance, me contó (con las mismas palabras que acabo de utilizar) esta anécdota.
Gracias Ana. Me alegra que te haya gustado. Supongo que nace del juego entre opuestos, que al final terminan teniendo más similitudes de las que creen tener.
El funcionamiento humano es curioso, interesante y entretenido, pero a mi me interesaba más aprovechar el espejo como elemento central del relato. De todas formas, no sé si lo dicho es cierto, es falso o tal vez, solo tal vez sea todo lo contrario.
Una perta gorda.
Miguel buen ritmo y descripciones en tu historia y muy original su corte. Suerte y saludos
Me alegra que te haya gustado. He intentado cambiar el tono gris y duro de otros relatos por uno de carácter filosófico.
Gracias por el comentario. Una perta gorda.
Supongo que la vida en si es una paradoja. Conforme vas creciendo la vida va llenando tu mochila de sabiduría, y al mismo tiempo la sabiduría se empeña en cargar la mochila de piedras. El resultado final es una vida llena de sabias experiencia con demasiado peso. Pese a ello, aquí seguimos intentado disfrutarla al máximo.
Una perta gorda.
La delgada línea, qué bien expresado, Miguel. Muy buena exposición, un vocabulario bien elegido, y esa mezcla entre lo abstracto y lo real. Muy buen micro.
Un abrazo.
Gracias Susana. Todo un regalo tus palabras. La verdad es que aunque me sepa mal decirlo (o tal vez no me sepa tan mal), ni yo hubiese descrito tan bien la idea que subyace bajo tanta letra.
Una perta gorda.